🎱 The8 🎱

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Tuvo que volver a China. El estar en Corea, sin las personas que siempre estuvieron a su lado desde el primer día ahí, le era demasiado doloroso para soportarlo. Incluso si iba a lugares donde nunca estuvo con ellos, seguía sintiendo esa opresión al respirar que llenaba sus ojos de lágrimas estancadas.

Así que se compró una casa en su pueblo natal, esta vez más cerca del océano, y volvió a casa. O a lo que quedaba de esta, luego de que su corazón se destrozara y quedara esparcido entre esos dos países –y las personas que amaba en ellos.

Habían momentos del día en que se convencía que era feliz. Como cuando iba por las compras, saludaba a todos los vendedores e incluso bromeaba con el verdulero sobre las anormalmente grandes manzanas. Luego compraba un bollo de pan y alguna cosa que untarle, y finalmente le sonreía a la pequeña niña que vendía objetos para la buena suerte y aceptaba la bola mágica que –en vez de decir algo en la pequeña pantalla –solo mostraba números al azar.

Su camino de vuelta era parecido, hablaba con sus vecinos, reía ante sus bromas y jugaba con los perritos que se cruzaban en su camino.

Casi podía mentirse que era feliz. Pero la fachada caía al llegar a la sala de su hogar. Ahí dejaba las compras, daba unas vueltas –buscando algo sin saber qué era –y luego se sentaba en la silla del comedor.

Para el momento  en que la bolsa con el diario se caía por el peso, Minghao estaba demasiado perdido en las lágrimas. Con la cabeza escondida entre sus manos, se dejaba llorar. Todos los días, la misma rutina.

La desesperación siempre le ganaba, carcomiéndolo por dentro, empezando desde el corazón. Minghao lo intentaba, en serio daba lo mejor de él cuando le sonreía a los demás en la calle y siempre se prometía no llorar al estar en su casa, solo. Pero la depresión era su enemiga, y no había forma de protegerse ante sus ataques en la soledad.

Él solo quería que todo acabara. Quería volverlos a ver, o no verlos nunca más. Pero necesitaba saberlo ahora, porque sus ausencias lo estaban matando..

Y porque ya esa vieja fotografía empezaba a perder el color. Estaba tan borrosa que algunos rostros eran irreconocibles.








Y Minghao tenía tanto miedo, porque había empezado a olvidar el rostro de Seokmin.

¿Y si el reloj se detiene? • SEVENTEEN •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora