🌧 Joshua 🌧

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Les falló.

A pesar de que no fue culpa suya únicamente, Jisoo sentía que les falló. A todos. Por permitir que el enojo se apoderara de él, que sus palabras se convirtieran en cuchillos y hasta por aprovecharse de ser uno de los mayores para justificar todo lo anterior. A sus mejores amigos, que le dieron tanto, él les pagó con cansancio y agresividad; aquello que nunca antes en su vida había mostrado.

Pero especialmente, se falló a sí mismo... Y a Mingyu. Los dos, que realmente vieron venir el final del grupo, fueron quienes más miedo tuvieron. Lo expresaron cada uno a su propia manera –Jisoo siendo distante y mordaz, Mingyu explotando de ira en cualquier momento –pero él sabía que nadie más que el menor también presentía el final. Y aún así, sabiendo que Mingyu no sabía qué hacer para detener la catástrofe, Jisoo se dio por vencido.

Miró por la ventana a un cielo gris, justo como el paisaje que adornaba su mente desde hacía seis meses atrás, y suspiró adolorido. Eran en días como ese, aquellos que abrazaban su cuerpo con un clima frío y melancólico, que él se preguntaba por qué fue capaz de creer que si huía todo iba a estar bien. Le daban ganas de golpearse por haber aceptado tan sumisamente la decisión del CEO. La valentía de la que tanto Jeonghan lo alababa había muerto ahí. Él simplemente creyó que si recogía sus cosas del apartamento y se marchaba, podría olvidarlo todo: diez años con los mejores recuerdos junto a las personas que más quería en este mundo.

Al sentir el familiar nudo subir por su garganta, abrió el grifo de agua e hizo un cuenco con sus manos. No comprendía cómo, después de tanto llorar, su cuerpo seguía siendo capaz de producir lágrimas. Si continuaba así, sufriría de una fuerte deshidratación.

Mojó su rostro y se mordió el labio al recordar.

Al recordar cómo, mientras todos recogían sus pertenencias en un silencio abrumador, Mingyu llegó a su lado y le rogó que intentaran arreglar todo. Entre ellos dos podrían salvar el grupo, y el moreno lo sabía. Así que Mingyu lo tomó por los hombros y le suplicó que no se rindiera. Si Jisoo tenía el valor de levantarse y luchar, el menor lo seguiría.

Pero Jisoo, entumecido y con los ojos escociéndole, recogió sus cosas y se fue. No miró ni una vez a Mingyu, esperando que eso fuera una respuesta suficiente.

El cielo, gris y nublado, le decía que sí lo fue. Fue la misma respuesta más simple y dolorosa de esa ocasión que el universo le devolvió: Jisoo era un cobarde.

Incluso cuando tuvo la fuerza suficiente para llamar a Jun días atrás, seguía siéndolo. Las personas estaban compuestas únicamente del pasado, y el de Jisoo lo hacía sentirse avergonzado de sí mismo.

¿Sería diferente si le hubiera dado esa mano a Mingyu para evitar que ambos se ahogaran?








Porque a pesar de que no se atrevió a mirar a Mingyu mientras se marchaba, sabía bien que dejó atrás de él a un chico sentado en su cama. Un chico a punto de romperse en mil pedazos.

¿Y si el reloj se detiene? • SEVENTEEN •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora