Capítulo 2: Segundo encuentro.

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Al día siguiente, Saga había recuperado el ánimo y se sentía mucho mejor. Se levantó temprano para que le diera tiempo a hacer sus tareas rutinarias de cada mañana y salió de casa para ir a la universidad. Así eran las mañanas de Saga.

Después de eso, iba caminando hasta la universidad ya que le gustaba mucho caminar, y por el camino se iba encontrando con sus amigos: Milo, Aioria, Aioros y Kanon.

- Hola Saga, ¿cómo estás hoy? - preguntó Milo.

- No tan bien como tu ayer. - respondió Saga con una sonrisa.

- ¿Te diste cuenta? - preguntó Aioria, avergonzado - Mi intención era que no lo hicieras.

Milo y Aioria eran amigos, sí, no novios. Simplemente eran unos muy buenos amigos que quedaban para desahogarse de vez en cuando con el sexo. Lo que se podía llamar como amigos con derecho a roce.

- Aix hermano, pues claro que te oyó, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? - preguntó Aioros.

- Oye, que si eso la próxima vez me llamáis a mí también y me os uno por teléfono. - bromeó Kanon, y todos comenzaron a reír.

- Más te gustaría Kanon. - aclaró Milo.

- Pero sinceramente, no sé cómo podéis tener sexo tan tranquilamente y sin sentimientos. - dijo Saga.

- Pues porque somos amigos, y los amigos se hacen esa clase de favores, ¿verdad Aioria? - preguntó Milo girándose hacia él, y vio al castaño con la cara roja como un tomate y cabizbajo - ¡Aioria!

- No voy a poder mirar a mis amigos a la cara de nuevo...

- ¡No seas tonto! - gritó Milo pegándole una colleja - ¿Te avergüenzas de algo que te gusta?

- Me avergüenza que Saga nos haya escuchado y que encima ahora lo sepan todos.

- No es para tanto.

En ese momento, pasaron por delante de la universidad vecina a la de Saga, donde Milo, Aioria y Aioros se quedaron. Kanon y Saga continuaron hasta su universidad y entraron corriendo porque ahora tenían clase, aunque el profesor aún no había llegado así que se dedicaron a charlar.

- Me ha contado Milo que ayer no te encontrabas bien. - le comentó Kanon preocupado.

- No fue nada, solo me agobié un poco.

- Deberías llamar a mamá, cuando se lo conté se quedó muy preocupada.

- ¿Y por qué no me llama ella? ¿Eh? ¿No es capaz de llamar a su hijo?

- Saga...

- No, Saga no. No pienso hablarme con mamá hasta que ella se disculpe.

Esta es la historia sobre cómo conocí a un francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora