Capítulo 9: Nuevos problemas.

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Una tarde cualquiera, Camus estaba trabajando en la cafetería como siempre. Esa tarde, Saga todavía no había ido a verle, y esperaba impaciente la visita de su novio para comérselo a besos. Camus era muy feliz junto a Saga, y daría lo que fuera por él, no quería que esa historia de amor tan bonita que estaban comenzando a construir se acabara nunca. Pero era tontería pensar en esas cosas en ese momento, ellos dos estaban muy bien y no tenían ningún problema, nada podía ir mal... ¿O quizás Camus se equivocaba en su pensamiento?

Estaba limpiando una de las mesas del piso de arriba cuando creyó escuchar la puerta de la calle abrirse. Revisó su reloj y vio que eran las seis en punto, hora a la que solía ir Saga así que bajó entusiasmado para recibirle. Pero no se esperaba para nada lo que veía ahí. El exnovio de Saga estaba plantado en toda la puerta, mirando hacia todos lados, y cuando le vio esbozó una sonrisilla maléfica.

- Vaya, vaya, quien tenemos aquí. Pero si es el novio perfecto.

- ¿Qué quieres? - preguntó Camus desafiante.

- Vengo a tomarme un café. ¿Es eso malo?

- No.

- Pues entonces pónmelo ya, no tengo todo el día.

Camus se colocó detrás de la barra, ya que nadie estaba ahí atendiendo porque no habían clientes excepto Shura, y le miró fijamente.

- ¿Qué quieres? - preguntó secamente.

- ¿Es así como tratáis aquí a los clientes?

- Dime qué quieres de una vez, yo tampoco tengo todo el día, tengo más cosas que hacer.

- Un café americano de tamaño medio.

Camus comenzó a preparar el café lo más rápido que pudo, no tenía ganas de estar cerca de Shura mucho más tiempo, solo quería darle su maldito café y que se fuera a otra parte del establecimiento, sin embargo no le quitaba el ojo de encima, controlándole, vigilándole por si se atrevía a hacer algo, con esa mirada fría que solo dedicaba a personas que no eran de su agrado, y es que Camus a veces podía ser una persona tan fría que fulminaba con su mirada.

- Cualquiera diría que quieres matarme con la mirada. - comentó Shura burlonamente.

- Créeme, si pudiera hacerlo lo haría.

- Vamos chico, relájate, yo no te he hecho nada.

- Sé perfectamente lo que le hiciste a Saga.

- Ya veo que te lo ha contado.

- Sí - dijo Camus dejando fuertemente el café sobre la barra, tanto que si no fuera porque llevaba tapa, hubiera salido desparramado por todos lados - Son 2,50€.

Shura rebuscó en sus bolsillos y pagó justo para que no le tuviera que devolver cambio. Cogió su café y se acercó a Camus, tanto que el francés casi podía notar su respiración, y se puso nervioso aunque lo disimuló muy bien.

- Que sepas que fue Saga quién aceptó hacerlo, yo no lo obligué. Y aunque te diga que no, sé que disfrutó de lo lindo. Si no... ¿Por qué una persona iba a sufrir tanto haciendo algo que no le gusta?

- ¿Por amor? Por amor se hacen muchas locuras y Saga te quería mucho. Pero no sé cómo no te pudiste dar cuenta de que no le gustaba. Además... Él ya te dejó, ¿por qué sigues insistiendo? ¿Atormentándole? Déjale en paz de una vez, él tiene derecho a rehacer su vida sin ti.

- Supongo que podrías entenderme de alguna forma dado que ahora eres su novio... ¿O me dirás que el sexo con él no es lo más maravilloso del mundo? Seguro que miles de escalofríos recorren tu espina dorsal al pensar en su cuerpo.

Esta es la historia sobre cómo conocí a un francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora