— ¿Dónde está ________? —Mike miró a su alrededor expectante—. Creí que hoy vendría. Nunca se pierde la superfinal de la pandilla.
—Lo... lo cierto es que últimamente no nos hablamos —reconoció Louis de mala gana, intentando superar su amargura—. Pero está muy bien, os lo aseguro, no os preocupéis.
— ¿Quién está preocupado? —preguntó Mike confundido—. ¡Ah, ya lo tengo! —Continuó con una sonrisa—. Has vuelto a fastidiarla, ¿verdad? Venga, escúpelo, ¿qué le has hecho esta vez?
—No he hecho nada —contestó. «Sólo la he perdido».
—Puede que sea eso precisamente lo malo —intervino Corbin.
Louis le lanzó una mirada asesina.
—Calla de una vez y vamos a empezar el maldito partido, ¿vale?
Poco a poco los muchachos se fueron entusiasmando con el juego. Sin embargo, media hora más tarde los gritos de entusiasmo dieron paso a los aullidos de dolor.
— ¡Maldita sea, Louis! —Musitó Mike frotándose las costillas—. ¡Que no estamos jugando en la liga profesional! Tómatelo con calma, ¿vale?
Corbin le agarró por el cuello y le arrastró hasta el cobertizo donde guardaban las tablas de surf.
— ¡Tiempo muerto! —gritó a sus compañeros. Cuando estuvieron lejos de oídos indiscretos, se enfrentó muy serio con su amigo—. ¿Me quieres contar qué te pasa, Louis? Casi matas a Mike y, sin embargo, no has sido capaz de hacer un buen pase en todo el partido. ¿Se puede saber dónde tienes la cabeza?
Louis se desasió bruscamente.
— ¡No lo sé!
—Es por esa chica, ¿verdad? —insistió Corbin sacudiéndolo—. ¿En qué lío se ha metido ahora?
—En ninguno... soy yo el que se ha metido en un gran lío... o puede que no —se contradijo Louis exasperado—. Lo que ocurre es que me acosté con ella.
—Ya entiendo —se limitó a decir Corbin muy tranquilo.
—Te he dicho que me he acostado con ella.
— ¿Y? Te alabo el gusto: ________ es guapísima —dijo Corbin sonriendo con picardía—. Te confesaré que hasta yo he tenido algunas fantasías al respecto... Sin embargo, todos sabemos que es tu alma gemela. Es una chica estupenda, y todos nos entendemos con ella de maravilla, pero lo cierto es que siempre ha estado colada por ti, y tú por ella, aunque no lo supierais. Lo que no entiendo es dónde está el problema.
Louis se había quedado sin saber qué decir.
—Porque supongo que le habrás dicho que la quieres, ¿no?
Louis no dijo ni mu (ni qué fuera vaca ¬¬ )
—Porque la quieres, ¿verdad? —dijo Corbin muy despacio, como si estuviera hablando con un niño poco despierto—. Si me dices que no soy capaz de darte una paliza, te lo advierto: no consiento que nadie le tome el pelo a nuestra chica de ese modo, y menos un beep como tú, incapaz de entender hasta lo que está pasando delante de sus narices.
—No sé en qué estaba pensando —estalló Louis—. Lo único que se me ocurre es que después de hacer esa estúpida apuesta todo cambió de repente entre nosotros. ________ seguía siendo la misma, claro, pero con aquellas ropas y todo lo demás... pasábamos tanto tiempo juntos como antes, pero algo había cambiado. Te juro que hice todo lo posible para mantenerme en los límites de una buena amistad, pero no pude conseguirlo... sencillamente ocurrió...
—No te tortures, no tiene sentido —le cortó Corbin en seco—. ¿Qué hiciste después?
—Lo detuve antes de que la cosa pasara a mayores —dijo Louis cerrando los ojos. Los detalles de lo ocurrido aún estaban en las pesadillas que le asaltaban cada noche desde aquel nefasto día—. Pensé que si lo cortaba de raíz podría recuperar nuestra antigua amistad, pero fue demasiado tarde. Ahora no quiere verme, ni hablarme siquiera. No sé qué hacer: ha ocurrido justo lo que más temía, y no sé que voy a hacer sin ella.