Capitulo 9.

113 5 0
                                    

Al cabo de unos días Louis se dio cuenta de que su reacción en la fiesta de inauguración de la casa de Paula, había sido exagerada. Estaba sentado en su despacho y era ya de noche. Sí, al cabo de una semana de la fiesta el tiempo transcurrido le decía que, en efecto, había exagerado lo ocurrido.

—Jefe...

—Adelante.

Se trataba de Josh, su joven ayudante.

—Se trata de esto —dijo, entregándole varias hojas de papel.

Louis frunció el ceño.

— ¿Qué pasa con ello?

—Esta carta no tiene ningún sentido, jefe. Quiero decir, en el primer párrafo comienza a hablar de los riesgos de una fusión y en el segundo dice que hay que olvidarse de todas las cautelas y firmar mañana mismo. ¿Qué quiere decir exactamente?

Louis se quedó mirando las cartas como si fueran serpientes vivas.

— ¿He escrito yo eso?

—Lo más extraño es que me parece que ni siquiera tenemos intenciones de fusionarnos con esa compañía, creía que solo queríamos aumentar la cooperación —Josh se aclaró la garganta—. Suelo mandar todas sus cartas, jefe, pero ésta en concreto...

—Esto... Gracias, Josh —dijo Louis, dejando las cartas a un lado—. No sé dónde tengo la cabeza. A propósito, ¿qué hora es? —dijo, consultando el reloj con ojos cansados—. ¿Las ocho? ¿Qué haces aquí todavía?

Josh se encogió de hombros.

—Si usted trabaja, yo también.

—Te lo agradezco, pero, ¿estás loco o qué? —dijo Louis, riendo. Sentía un dolor en la espalda, señal de que llevaba sentado demasiado tiempo—. Que tu jefe se esté convirtiendo en un adicto al trabajo no significa que tú tengas que seguir su ejemplo.

—Creía que estaba trabajando en algo importante —dijo Josh—. Lleva muchos días viniendo a las siete de la mañana y quedándose hasta las nueve.

—Pues... He pasado un trimestre muy relajado y estaba poniéndome al día, pero no creo que la situación dure mucho tiempo —dijo Louis, mirando a su ayudante con aprecio—. Y espero que respetes tu horario laboral a no ser que quedemos en otra cosa, ¿de acuerdo?

—Muy bien, como quiera, jefe —dijo Josh, y desapareció.

Louis suspiró, apagando su ordenador. Más le valía admitirlo. Había hecho todo lo posible por olvidar el fantasma de ________. Había salido a correr por la playa, hecho pesas hasta la extenuación, leído hasta cansar la vista. Cualquiera cosa para no pensar en ella. Pero eso no le había protegido contra su subconsciente. Se dormía cada noche saboreando sus labios, se despertaba recordando el roce de sus cabellos, soñaba con la escena del sótano todas las noches... Y lo que era peor, cuando lograba vencer en su lucha por reprimir el deseo que sentía por ella, se veía abrumado por una sensación todavía más desconcertante. La echaba de menos.

Había tratado de no llamarla, pero sus dedos marcaron su número en muchas ocasiones sin él quererlo. Había faltado a la partida de póker, por no encontrársela, y sus movimientos se reducían a ir de su casa al despacho y del despacho a su casa. Sus únicas salidas se circunscribían a las carreras por la playa, y esto porque sabía que allí no la encontraría. No dejaba de pensar en ella, era cierto, y a pesar de ello, sabía que la relación entre ellos había cambiado, quizás definitivamente.

El único responsable de aquel cambio, por otro lado, era él, que había propuesto aquella estúpida y maldita apuesta. Ahora que todo había empezado a cambiar, no sabía en qué podía acabar aquello, lo único que sabía era que la echaba de menos y que no quería vivir sin ella.

Apuesta arriesgada ~adaptada~Louis y tu~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora