A las ocho en punto de la mañana del siguiente día, el timbre comenzó a sonar insistentemente, poniendo fin a una inquieta noche. ________ saltó de la cama, frotándose los ojos.
—Si eres Louis, te digo desde ya que he decidido abandonar —dijo en voz alta, dirigiéndose a la puerta—. Debía estar loca. ¿Por qué no dejas que me sumerja en paz en mi soltería?
—De eso nada —respondió una voz femenina—. Soy Dayre, abre.
________ gruñó. Dayre, todavía peor. Quitó la cadena y abrió la puerta.
— ¿Y bien? —Dayre parecía demasiado entusiasta para tratarse de un domingo a las ocho de la mañana—. Hoy es el primer día de tu nueva vida, ________ Navas, ¿estás lista?
—Pero, ¿quién eres tú? ¿La patrona de las casamenteras? —dijo ________, dirigiéndose a la cocina para preparar café. No estaba dispuesta a soportar uno de los discursos de Dayre sin ayuda de la cafeína—. Además, no pienso seguir adelante con esto. He estado pensando y es una tontería. Tengo que hablar con Louis, no tengo por qué demostrarle nada a nadie.
—Nada de hablar con Louis —dijo Dayre, mirando a ________ con el ceño fruncido mientras dejaba en el suelo una gran bolsa que llevaba colgada del hombro. Luego depositó un buen número de frasquitos de todo tipo sobre la mesa de la cocina—. Te habría desaconsejado cualquier otra apuesta, y la verdad es que los dos habéis hecho algunas de lo más tonto, pero esta vez, no pienso hacerlo. Llevo diez años esperando que hagas algo contigo misma, que pienses un poco en tu aspecto y no pienso desaprovechar esta oportunidad.
________ contempló los adminículos con precaución.
— ¿Y eso para qué es?
—Eso —dijo Dayre con una sonrisa— es el primer paso.
— ¿El primer paso? —repitió ________ y se fijó en la etiqueta de uno de los frascos. Estaba escrita en noruego y todos los ingredientes tenían dieciocho sílabas—. ¿Y cuántos pasos hay?
—Eso depende de si estás dispuesta a cooperar o no.
Dayre sacó caja de polvos blancos y los mezcló con agua en un cuenco de cristal.
—Yo iba a desayunar —dijo ________, sirviéndose una taza de café—, así que espero que eso no sea para mí.
—Esto no es para que te lo tomes sino para que te lo pongas —dijo Dayre, y echó el contenido verde de uno de los botes en el cuenco de cristal, luego observó la mezcla resultante—. Me temo que va a ser un poco pringoso. Toma, sigue removiendo.
________ siguió sus instrucciones, y observó con perplejidad los movimientos de su amiga. Dayre sacó una gran sábana de plástico y la extendió sobre el suelo. Luego abrió la puerta de la cocina y metió una de las sillas de plástico del porche.
—Siéntate.- ________ apuró su taza de café antes de que Dayre la obligara a sentarse por la fuerza.
—Dayre, esto empieza a dejar de ser molesto para convertirse en una pesadez.
Dayre suspiró con impaciencia.
—Escúchame bien. Por nada del mundo quiero que me tomes por una metomentodo o que te enfades conmigo, pero deja que diga algo: necesitas ayuda, ya por primera vez desde el instituto, Paula y yo nos vamos a asegurar de que la recibas.
________ apretó los dientes. Al parecer, el tiempo del disimulo y de los guiños sutiles que se hacían muchas veces sus amigas en su presencia había terminado. Dayre y Paula habían decidido declararle una guerra abierta.
—Ya sé que no...
—Chist, déjame terminar —dijo Dayre, con firmeza—. No quisiera pasar por psicóloga aficionada, pero el hecho de que hayas crecido sin la compañía de una madre no puede haber sido fácil para ti. Paula y yo hicimos cuanto pudimos, pero incluso a mí se me alcanza que dos amigas no puedan sustituir a una madre.