Capitulo 6.

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—No lo sabía, ______, te juro por Dios que no tenía ni idea.

________ no levantó la vista de su copa de champán.

—Y te creo, Niall, ya te lo he dicho. Déjalo estar, anda.

Él se la quedó mirando un largo instante, maravillado por su presencia de ánimo.

—No me puedo creer que te lo estés tomando tan bien. Entendería que quisieras tirarme esa copa a la cara.

________ hizo una mueca.

—Ahora que se ha aclarado todo, la verdad es que no es tan malo como parecía al principio, Niall.

—Debe haber unas quinientas personas en esa fiesta —dijo Niall—, y todos se te han quedado mirando, no me digas que eso no es tan malo...

—Te lo repito una vez más: no es culpa tuya que yo haya decidido ponerme un vestido rojo. Y no es culpa tuya que no recordaras que el Bailé Sheffield también se conoce como el Baile en Blanco y Negro de los Ángeles porque...

—Porque todo el mundo viste de blanco o de negro —dijo Niall meneando la cabeza con tristeza—. ¿Por qué nadie me lo dijo antes?

—Supongo que lo ponía en esa invitación que no leíste —sugirió ________—. Después de todo, puede que tengas algo de culpa... desde luego, eres el único responsable de que ahora esté sentada bajo un foco en la mesa principal, pero aparte de eso...

Con un gemido Niall enterró la cabeza entre las manos.

—Eso, venga —rio ________—, siéntete culpable. Te lo mereces.

—Te debo una ________, de verdad. 

—Niall, te aseguro que después de lo que he tenido que pasar esta semana, lo que ha ocurrido no me preocupa nada.

Recordó el terrible momento en el que al entrar en la sala una multitud ataviada en blanco y negro, quinientos pares de ojos para ser exactos, se la quedó mirando como si fuera una marciana. Le pareció estar viviendo aquella pesadilla que solía asaltarla en sus años de universidad, cuando se veía a sí misma en un desfile de modas ataviada con su ropa más vieja.

Su primer impulso fue dar media vuelta y salir corriendo, arrancarle las llaves del coche al aparcacoches y salir disparada hasta su casa. Pero no lo hizo. En vez de eso mantuvo la cabeza muy alta y la sonrisa radiante. Aunque sospechaba que tenía la cara más roja que el vestido, por nada del mundo haría ver lo humillante que le resultaba aquella experiencia.

A decir verdad, le encantaba aquel vestido, y aquella era la primera vez en su vida que podía decir semejante cosa. No podía haber encontrado nada más distinto a los diseños color pastel con los que Cristiano, su ex novio, solía martirizarla, ni más diferente tampoco a los sutiles vestiditos de muñeca que Dayre había elegido para ella. Aquel sencillo diseño de un vivo color burdeos la había cautivado por completo.

Cuando lo encontró en la tienda, se lanzó al probador, haciendo caso omiso de las protestas de su amiga y del montón de vestidos color rosa o melocotón que había insistido en que se probara. Cuando salió con él puesto tuvo la satisfacción de ver cómo Dayre y la dependienta se quedaban literalmente con la boca abierta. No solo la favorecía y le quedaba' como un guante, sino que con él se sentía como una auténtica reina.

— ¡Menudo vestido! —comentó una mujer al pasar delante de su mesa.

—Gracias, ¿no es precioso? —dijo ________ tranquilamente—. El rojo contrasta de maravilla sobre este fondo blanco y negro. ¿No le parece?

—Estaba a punto de decírselo —intervino el hombre que iba con la señora, mirando a ________ de arriba abajo. La mujer dio un respingo antes de alejarse de la mesa, siseando indignada entre dientes a su atribulado acompañante.

Apuesta arriesgada ~adaptada~Louis y tu~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora