02 El casting

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–Escúchame –la hizo volver a sentarse–. Te traeré un café. Tú debes revisar estas fotos de Siria, las acaban de enviar, deben estar listas con el artículo para el jueves. A la hora del almuerzo veremos cómo lo solucionamos. Intenta distraerte.

Ella cedió sin mucho entusiasmo.

–Lo intentaré, pero en mí cabeza no caben otras ideas en este momento. Me siento acorralada.

–Pon algo de música y relájate –le sugirió–. Estas fotos no son de lo mejor para distraerte, pero por lo menos no te recordarán a tu casa.

–No estés tan seguro –hizo un mohín con los labios.

Lukas le besó en la frente y salió al pasillo para terminar lo que había dejado a medias por traerle las fotografías. Intentaría pensar en algo mientras continuaba con su trabajo.

En un par de horas su amigo pasó a por ella para almorzar. Salieron al restaurant  y eligieron una mesa junto a la ventana. Había comenzado a lloviznar como habían pronosticado. El día se estaba oscureciendo igual que su mente intentando encontrar una solución.

–No se me ocurre nada –gimió ella observando las papas que quedaban en su bandeja–. En todos los escenarios veo a mi abuela muerta del disgusto, a mi padre sufriendo un infarto y a mi madre desmayándose. Luego veo a mis hermanos y cuñadas acusándome de asesina. Y luego termino en prisión.

–No debes preocuparte tanto –tomó su blackberry y comenzó a buscar en su lista de contactos–. ¿Recuerdas a Marco? –ella asintió–. Nuestra relación está tomando tintes más serios, ¿sabes?

–Me alegro por ti Lukas–le sonrió y le quitó un poco de mayonesa que se le había quedado en la mejilla–. Marco me agrada, es más coherente que tú.

–Gracias, nena –dijo y la vio con ojos encogidos ante su comentario. Ella se encogió de hombros y su amigo meneó la cabeza con desaprobación volviendo la vista a su celular–. Bueno... él trabaja en el área del modelaje. Hace castings, es fotógrafo. En fin, creo que se me ocurrió una idea.

–Estoy temblando.

–Confía en mí.

–La última vez que lo hice me obligaste a comprar un vestido que no usé nunca y ya no tiene devolución.

– ¡Eres quejumbrosa!

Lukas le hizo una seña para que guardara silencio y ella prestó atención a lo que fuera a decir, calculando si le daría tiempo para hacerlo callar.

–Hola, Marco. ¿Cómo estás? Necesito que me hagas un pequeño favor. Necesito algunos de tus modelos para un casting –hizo una pausa–. Si, es algo medio teatral. Tienen que tener soltura y ser lindos –hizo otra pausa escuchando–. ¿Para mañana? Sería genial.

Laura le hacía señas para que desistiera pero él miraba hacia la ventana ignorándola.

–Adiós. Gracias, nos vemos mañana. Besos –cortó y le sonrió abiertamente–. Te ha solucionado tu problemita, amiga.

–O lo estás amplificando –tomó una papa y le untó ketchup–. Quizás sea mejor que diga la verdad, y luego me suicide –caviló un momento–. O directamente me suicide.

–Escúchate, nena –puso los ojos en blanco–. Tan dramática como de costumbre. De cualquier manera le harás daño a tu familia. Creo que lo mejor es que les presentes a alguien y cuando regreses, esperas un tiempo y pretendes que te has separado. Es más suave para todos.

–Estoy aterrada –sus ojos celestes estaban comenzando a poblarse de lagrimas–. No sé si podré seguir con esto.

–Escúchame, linda –le tomó el rostro e intentó reconfortarla–. Te ayudaré a salir de esto. Debes tranquilizarte ¿Ok?

Prometido expres (Román Bürki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora