17Jugando con el suizo a la italiana (2/2)

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En el pasillo frente a la puerta de la habitación de Laura, intentó hacer el menor de los ruidos. Introdujo el cuchillo en la cerradura y lo movió hasta que escuchó un click. Cuando entró en la habitación todo estaba silencioso y Laura  no se asomaba por el lugar. De pronto sintió el gorgoteó del hidromasajes. Se asomó al baño cauteloso y vio la vio recostando la cabeza en el borde de la bañera mientras tenía los auriculares de su ipod conectados. Realmente no había querido escucharlo gritar que le abriera la puerta todo ese tiempo. Dejó el cuchillo sobre el mueble y abrió la puerta del baño.

Laura  estaba relajada y tibia entre las burbujas de la bañera cuando le salpicaron la cara sorpresivamente. Se espabiló solo para ver a Román metido en la bañera sonriendo triunfal y completamente vestido a excepción de los zapatos, ya que extendía los pies asomándolos por el borde del hidromasaje.

– ¡¿Qué haces?! –gritó desconcertada cubriéndose los pechos con ambas manos. Estaba desnuda tomando un baño relajante y de repente comenzó a poblarle el cuerpo un rubor incómodo y exagerado. Para su suerte el jabón líquido había hecho tanta espuma como para cubrir lo suficiente–. ¿Cómo has entrado?

–Tengo mis métodos –él flexionó los brazos detrás de su cuello y se acomodó.

– ¡Sal de aquí, estoy bañándome! –ordenó salpicándolo con su pie. Román  le tomó por el tobillo y Laura  se quedó quieta automáticamente. La estaba mirando con seriedad asesina y temió que ese debía ser el mismo rostro que lo poseía en el momento de ver a través de la mira telescópica y disparar.

–Yo también estoy bañándome –le espetó alcanzando una esponja y frotándosela sobre la cara–. Sal tú.

–Yo estoy desnuda, tú no –le espetó ante su inacción.

–Oh, lo siento –dijo quitándose los calcetines y lanzándolos afuera. Veía como Laura  apretaba la mandíbula y disfrutaba cada instante como ningún otro–. Si eso es lo que te molesta lo solucionaré–. Se quitó el pantalón y los boxers sin asomarse fuera del agua mientras ella miraba hacia otro lado bufando ante la contrariedad. Luego se quitó la playera y se hundió escondiendo su pecho entre la espuma–. ¿Feliz ahora?

Laura lo miró a los ojos con odio hasta que cambió su expresión por un aire más altanero.

–Si, lo estoy –musitó con una falsa sonrisa–. ¡Al fin podré ver tus tres pezones! –levantó las cejas con sarcasmo.

–Sigues con eso –la salpicó en la cara y ella se cubrió el rostro con una mano–. Quizás tú los tengas.

–Yo no– agregó con soltura–. No tengo problema en demostrarlo... –le provocó a ver qué seguiría luego.

–Siéntete libre, cariño y demuéstralo –la animó sonriente.

–Lo demostraré a quien se lo merezca, tonto.

–Oh, lo siento –levantó una mano y volvió a salpicarla–. ¿Si no es a tu esposo a quién será?

–Una persona es mi esposo y otro muy diferente eres tú. ¿Lo entiendes?

–Eso no lo aclaraste en el momento en que me pediste que desempeñara el papel de tú prometido –inquirió un tanto enfadado.

– ¡Dios! –suspiró ella sumergiéndose en el agua jabonosa, al salir a la superficie Román estaba mirándola directamente con pasividad–. De acuerdo –accedió a tranquilizarse–. Somos adultos –explicó con ahínco–, no tenemos por qué estar comportándonos de esta manera. ¿No lo crees?

– ¡Tú empezaste! –la acusó sorprendido por su cambio de actitud.

–Da igual –respondió apresurada–. Tú debes cumplir tu parte de prometido amoroso...

Prometido expres (Román Bürki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora