21 Nada es normal

805 60 17
                                    




Siena acababa de llegar a la casa de sus tíos, pero fue tiempo suficiente para que se enterara del último hecho que le había sucedido a su prima. Meditó silenciosa hasta que no pudo aguantar las ansias de llevar su plan acabo.

–Quizás pasan demasiado tiempo juntos –caviló Siena–. Me llevaré a Laura a dar una vuelta, tú relájate –indicó a Román con simpatía–. Así haremos que se extrañen y cuando se vean de nuevo todo volverá a la normalidad –le hizo un guiño.

–No creo que me extrañe demasiado en unas horas.

–Déjamelo a mí –indicó Siena con superioridad y subió las escaleras.

Cuando bajó con su prima todos se la quedaron viendo sorprendidos. Quizás, seguir el consejo de Siena de pasar una noche de fiesta en Livorno le levantaría los ánimos, más aún cuando intentaba evitar a toda costa volver a dormirse junto a él . Su prima la había obligado a que vistiese un corto vestido rojo de cóctel para su salida de chicas. Otro de los vestidos que Lukas le había obligado a comprar pero uno que al fin usaría.

Tenía el cabello suelto cayendo en sendos bucles sobre su espalda, Siena la había maquillado tan animadamente que el delineador en sus ojos y el rímel en sus pestañeas le conferían un aspecto demasiado sensual para una salida inocente y casual.

– ¡Wow! –musitó Román algo descolocado ante la imagen que bajaba las escaleras. Reconocía la silueta que ajustaba ese vestido y más aún los ojos celestes que iluminaban aquel rostro bronceado y maquillado como una princesa egipcia.

Ya no sentía el alivio que lo había invadido hacía minutos atrás. ¿Por qué debía ser así? No lo hacía sentirse mejor el hecho de que ella quisiese alejarse, aunque conocía sus razones. Por el contrario lo molestaba e intrigaba. Debió de mirar a Siena con el ceño fruncido en clara señal de desaprobación para que ella se apenara sonriéndole.

–No me odies –susurró la chica encogiéndose de hombros–. ¿Está preciosa? ¿No es así?

–Por supuesto –contestó encuadrando los hombros en dirección a ella, con seriedad y lentitud–. He ahí mi preocupación.

Presintiendo lo que sucedería, Giancarlo se acercó tomando a Román de un hombro.

–Hijo, déjalas que den un paseo –musitó con tranquilidad levantando las cejas–. No se irán muy lejos...

–Iremos a Livorno, tío –indicó Siena con tal entusiasmo que le faltaba poco para comenzar a brincar.

– ¿A Livorno? –preguntó Giancarlo levantando levemente el tono pausado que había llevado su voz–. Pero es un camino de dos horas en coche.

–Yo conduciré a la ida y Laura de vuelta –explicó Siena mientras vigilaba cuidadosamente la reacción de su tío–. Pasaremos por la casa de unas amigas e iremos a tomar algo...

–Es mucho tiempo de viaje –continuó Giancarlo, mientras Román agradecía sus palabras internamente–. Más aún para que lo recorran dos jovencitas solas por la noche.

–Papá, no debes preocuparte... –lo tranquilizó Laura.

–Deberías escuchar a tu padre. Tiene razón –intervino Román con ímpetu.

–Román ... –gruñó ella apretando los dientes.

–Laura ... –la imitó.

–Comeremos algo y volveremos enseguida –intervino Siena mientras ellos se miraban penetrantemente–. Ni siquiera notarán que nos fuimos...

–Pero así cómo va vestida la notarán enseguida.

Laura puso los ojos en blanco en cuanto su prima suspiró enternecida por las palabras del chico. Para pesar de Laura, se había tomado demasiado en serio el papel de prometido celoso y seguía pareciendo un héroe frente a todos.

Prometido expres (Román Bürki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora