Al llegar a su apartamento, soltó su bolso sobre el sofá morado de su sala y avanzó hacia el baño. Se refrescó el rostro y se plantó frente al espejo con determinación. Imaginó que se hallaba en su casa en Italia, frente a toda su familia; toda su estrafalaria y bulliciosa familia. Creyó que simular la situación como si hubiera llegado el momento la ayudaría a prepararse.–Hola, mamá, papá –intentó forzar su sonrisa un poco más–. Él es mi prometido –señaló a su derecha a una persona invisible y se quedó viendo el espacio vacío.
Imaginó lo alegres que estarían y a su abuela caminando con su bastón mientras llegaba hasta ellos para abrazarlos. Estarían felices porque sería realidad su anhelo de verla casada, pero no el de ella. Se preguntó porqué estaba practicando si aún no había encontrado a nadie para el papel de su prometido y decidió desistir de su actuación.
Prometido, se repitió una y otra vez. Debía estar volviéndose loca para hacer lo que estaba haciendo: seguir los consejos de Lukas. Era como seguir al demonio de Tasmania. Seguramente no resultaría algo bueno de ello. Pero ya estaba hasta el cuello y no tenía otra opción a la vista.
Dos días después Lukas apareció en su oficina, apresurado y demasiado sonriente. Parecía eufórico, como si hubiera encontrado una mina de oro o una oferta en Guess. Sin embargo ella mantenía sus reservas, temía que tuviera que ver con ella y su plan. Más bien estaba segura que tenía que ver con ella y sintió un escozor en el cuello de sólo presentirlo.
–Tengo un par que encajan con tu pedido –dijo abriendo los ojos con entusiasmo–. Pero quieren saber de cuanto es la paga –se mordió el labio con pesar.
– ¿Cinco mil euros está bien? –inquirió con temor.
–Por esa suma me trago mis ademanes.
–Me gustaría verlo –ambos se sonrieron cómplices.
–Les diré. Tienes que verlos –dijo volviendo a desaparecer.
Su celular comenzó a sonar; era su hermano Lucca, el mayor, el más responsable e insistente.
De nuevo volvía a quedarse bloqueada. Él podía descubrir cualquier cosa que se propusiera. Dejó que sonara hasta que atendió la contestadora y luego escuchó el mensaje.
– ¿Laura? ¿Porqué tanto misterio con ese novio? No atiendes el teléfono cuando te llamo. Me da para sospechar... –se quedó en silencio–. ¿No será un golpeador, no? Mira, espero que no estés haciendo esto por mamá y papá. Debes sentirte bien con tu decisión –ella se mordió los labios, se estaba delatando por sí sola–. Te llamaré luego y me gustaría hablar contigo y no con una máquina, besos.
El sexto sentido que tenía su hermano para cuando ella se metía en problemas era admirable.. Se juró que atendería su próxima llamada a modo de ensayo. Aunque temía que la descubriera apenas saliera del avión. Lucca era demasiado perceptivo, y siempre sabía que sus mejillas rojas indicaban un peligro inminente.
A la tarde del día siguiente acordaron de entrevistar a los candidatos que Lukas le tenía preparados. Cuando entró al estudio de Marco y vio un par de jóvenes con ropas anchas creyó que estaba alucinando. Parecían raperos con inanición. Eran guapos pero para la edad que tenían parecían niños atrapados en cuerpos de adultos. Cuando los escuchó hablando entre ellos sobre partidos de baseball, creyó morir y fue directamente a hablar con Lukas.
–Parecen idiotas –se quejó pateando el suelo–. ¿Y la parte de inteligentes? ¿No tomaste nota de eso? –Se cruzó de brazos con impotencia–. Me descubrirán enseguida con un hombre de este tipo. ¡Saben lo quisquillosa que soy!
–Me parecieron lindos –indicó encogiéndose de hombros–. Sólo debemos cambiarles de ropa y listo.
–No soy una agente de modas. ¿No hablaste con ellos? –ella miró a los chicos con desanimo–. Parecen muñecos Ken pero demasiado flacos y... más huecos.