20 Imposible que sea falso

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Román se golpeó la frente con ambas manos. Se había equivocado en elegir sus palabras y no sería fácil enmendar las cosas. Mientras veía a Laura empequeñecerse corriendo por la playa sacó el bikini amarillo de su bolsillo y procuró intentar devolvérselo antes de abordar la lancha de vuelta a Livorno.

Cuando llegó al muelle había una pareja de ancianos hablando con Laura. Saludó con un gesto con su cabeza y los ancianos le sonrieron, ella se mantuvo absorta en la conversación sin prestarle atención alguna. Román se sentó junto a ella, y ella intentó alejarse un poco. Él, percibió como se erguían llamativos los pezones de Laura a través de su blusa y comenzó a sudar profusamente.

–Toma –le dijo pasándole su bikini. Ella se lo devolvió.

–No lo necesito –musitó mirando al frente.

–Tus pezones parecen dos cañones apuntando a los ancianos frente a nosotros –volvió a colocar la prenda sobre su regazo–. Temo que los mates. Cúbrete.

–No –dijo mirándolo a los ojos–. Idiota.

– ¡Hazlo! –masculló apretando los dientes.

–No –se acercó a su oído y susurró–. La señora frente a nosotros está igual y su acompañante no es tan molesto como tú.

Román tragó saliva incómodo. La anciana frente a ellos vestía una blusa blanca transparente por donde se traslucían completamente sus senos.

–Que esa señora y su marido hagan lo que quieran –explicó acercándose a ella–. No es ella quien me pone histérico.

– ¿Te molesta que esté así? –preguntó abriendo los ojos con enormidad.

–Enormemente –ella sonrió.

–Me alegro –dijo cruzándose de brazos y acomodando sus senos sobre ellos de manera que la tela se presionaba contra ella.

–Laura...

–Idiota...

–No creo que a tu padre le guste que vayas así...

–Mi padre no está aquí...

–Me estás obligando a proceder de manera violenta –expuso con parsimonia. Laura levantó la ceja izquierda con curiosidad.

– ¿Cómo hace un momento procediste?

– ¿Te agrada que te den duro, eh? –gimió con fuerza frente a su oído.

Ella suspiró.

–Depende de a qué llames duro...

Román se irritó y le colocó el mismo el sostén, atando los cordones por encima de su cuello y pasando la diminuta prenda por debajo de su blusa hasta que ató los cordones que iban a su espalda. Ella se sorprendió pero intentó no hacer un espectáculo frente a esas personas.

– ¿Imagino que no fui lo suficientemente duro?

–Realmente no –sonrió ella divertida.

Le impresionó la fuerza con que la había zangoloteado para colocarle su bikini, ella no se resistió demasiado. Lo odio con todas sus fuerzas cuando tuvo el comentario machista sobre pagarle por sus servicios. Aún lo seguía odiando luego de que se había sentido blanda y suave debajo de él.

Todo estaba saliendo mal, estaba entendiendo que la situación se estaba saliendo de sus manos. Cuando llegaron al puerto se despidieron de Genaro y ella comenzó a caminar sola hasta el estacionamiento, Román la seguía unos pasos por detrás en silencio. Cuando se subieron a la camioneta Burki hizo sonar las articulaciones de sus dedos mientras elegía sus palabras.

Prometido expres (Román Bürki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora