Había llegado el día. Estaba muy nervioso, pero sabía que si no me tranquilizaba la iba a espantar, así que me calme. Cuando el coche de mi padre aparcó en T mi corazón rebotaba. Por fin la vería de nuevo y no sabía que hacer
Entré decidido al pabellón, y me puse a buscarla con la mirada. Por fin la vi cuando nos llamaron a sentarnos y le tocó a mí lado, solo que esta vez estábamos ella y yo solos rodeados de desconocidos. Mi alivio llegó cuando me di cuenta que me recordaba, pues me llamo por mi nombre de pila. Sin embargo había algo diferente en ella. Ya no tenía el mismo aspecto alegre, sino que su sonrisa parecía forzada. Aún con todo seguía siendo preciosa. Mi horror apareció en el momento en el que vi unas feas marcas en sus muñecas, las cuales sabía perfectamente por que eran provocadas. Había intentado suicidarse.
Mi mundo de repente cambio. La misma chica alegre y jovial que había conocido había cambiado, eso no cambiaba mi amor hacia ella, que aunque inexplicable era férreo. Aún con todo había varias cosas que no habían cambiado: su elegancia y gracilidad, su pelo largo y castaño y sobre todo, sus ojos. Los mismos ojos que me habían cautivado tiempo atrás, aún brillaban con fuerza.
Tras su participación (justo después de la mía) volvimos a nuestros sitios (algo me había empujado a esperarla) y sin previo aviso rompió a llorar contra mi hombro, lo cual provocó en mi un deseo de protegerla y consolarla. "No llores", le dije. Sin embargo ella en lugar de parar lloro aún más y salió corriendo. Sin dudar un momento salí tras ella.
