Dos años más adelante.
Había conseguido graduarme del instituto con buenas notas, no las mejores pero buenas después de todo. También había luchado contra la depresión y le estaba ganando, gracias a mis amigos, mi psicólogo y mi familia. Nunca me había sentido tan querido. Aunque seguía con sin poder hacer deporte y a veces me picaba una pierna que ya no estaba me estaba acostumbrando a la prótesis. El año que me la pusieron empecé a tocar la guitarra y cantar en un grupo con mis amigos. Y resultó que me encantaba y se me daba bien.
Tras la selectividad, en la que saqué un 8'358, ingresé en magisterio en especialización musical en la universidad de S*******. Alquilé un piso en el centro de la ciudad, que estaba al lado de la facultad, pero para poder moverme mejor por la ciudad me saqué el carnet para minusválidos y con la subvención del estado compré un coche. Nada podía volver a salir mal.
P.d.V. de M****:
Tras un curso difícil había conseguido graduarme del instituto con las mejores notas de la clase. Aunque no estaba aún recuperada por lo que había pasado dos años atrás, las cosas volvían a estar más o menos bien. Ya no discutía tanto con mis padres y me sentía más fuerte y segura de mi misma. Siempre había sentido pasión por la música pero empezar a tocar el bajo fue una vuelta de tuerca en mi vida.
Hice una selectividad muy buena y decidí entrar a magisterio musical en la universidad de S*******. Quería ser profesora y enseñarles a los niños como amar a la música. Mis padres decidieron alquilarme un piso cerca de la facultad para que no tuviera que estresarme mucho.
P.d.V. de X***:
El primer día llegué con mucho tiempo y fui directo al aula Magna para la presentación. Era de los primeros en llegar así que tomé un buen asiento más o menos en el medio, para no llamar la atención (mi "pierna" ya lo hacía por si sola). Tras unos 10 minutos allí algo cambio. Volví a ver esos ojos azules...