Lunes. Mel odiaba los lunes. Siempre le pasaba algo que la sacaba de sus casillas, sino no era lunes. Lunes: su amado enemigo rompe fin de semanas. Le encantaba los fines de semana, tenía tiempo para hacer todo lo que le gustaba: leer, salir, escribir, escuchar música, tocar la guitarra y, sobre todo, descansar.
Desde que empezó a trabajar, los lunes no eran siempre insoportables, como cuando estudiaba, ahora sólo lo era a ratos. Ratos en los que le tocaba atender a algún cliente bastante arrogante al que tampoco parecía gustarle los lunes. Cliente que le hablaba como si fuese su sirvienta, sirvienta a la que no respetaba, a la que parecía menospreciar y con la que era mejor ahorrar saliva. Es como si se les cruzase algún cable y se les olvidase que no son nadie para hablarle así, un lunes y, encima, a ella. Se ponía negra cada vez que atendía a semejante ser. Le entraba ganas de coger los cables que se les habían cruzado y atárselos al cuello, a ver si la falta de oxígeno los bajaban al mundo real.
En fin, sus queridos y preciados lunes. ¿Lo bueno de ellos? Cuando a Lauren y a ella les daba por joder a los princesitos y princesitas. ¿Cómo? Dándole donde más les dolía: el wifi. Tenían tres opciones: escribirles contraseñas incorrectas en los tickets, apagarles el wifi o ponerlo oculto antes de que se conectasen ya que sabían que eran tan torpes que no lo encontrarían. Al parecer, el tercer lunes tras la llegada de Mel la mayoría de ellos fueron a parar al mismo bar. Siendo, para desgracia de ella y de sus compañeros, en el que ellos trabajaban. Venían uno sí y otro también, intercalándose, de vez en cuando, alguien que simplemente asumía el hecho de que era lunes, pedía un café, se ponía manos a la obra y no molestaba a nadie.
Por ello, ese día Lauren y Mel recurrieron a la opción que más les gustaba: apagar el wifi unos diez, quince minutos. Aunque afectaba a todos los clientes, arrogantes o no, ese día un noventa por ciento de los clientes eran del primer tipo, por lo que decidieron actuar. Pero antes de llevar a cabo su plan, terminaron de atender a los últimos que estaban llegando.
Fue por uno de esos últimos arrogantes del lunes por la tarde, el T406 para ser exactos, por lo que a Mel no le dio tiempo de atender a la chica que iba tras él y de la que se tuvo que encargar Lauren. Chica en la que más tarde se fijaría, principalmente por tres cosas:
1.La estaba mirando.
2.No estaba usando ningún aparato electrónico.
3.Estaba sonriendo.
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La chica del bar
Teen FictionMel, una chica de 18 años, empieza a trabajar en un bar con libre acceso a wifi, lo que significaba servir café a personas cuyo alma se encontraba encerrada en el interior de sus portátiles o móviles. Siempre era igual y siempre veía las mismas cara...