Increíblemente, había dormido. Le había costado horas hacerlo, pero lo consiguió. No por intentarlo repetidamente sino porque parte de la cama olía a ella y eso la tranquilizaba. Tanto que al despertarse olvidó durante unos preciosos instantes que era lunes, una vez se dio cuenta, la cosa cambió. Lunes, otra vez lunes, siempre lunes, yo es que me cago en mi vida, decía. Los odiaba, mucho, muchísimo, se enfadaba con solo nombrarlo. Tenía algo con los lunes, era obvio, pero ese era diferente.
Llegó al bar cerca de las diez y media de la mañana. Entró despacio, con cuidado, mirando a su alrededor. Vio a Ally sentada en la barra y a Isaac recogiendo los vasos de una mesa, pero, sin embargo, no vio a Lauren por ninguna parte. Ella era la razón por la que estaba tan alerta. Conociéndola saltaría sobre ella y la abrazaría, dejándola casi sin respiración, después de haberle contado lo sucedido con Diego, tal y como le pidió Ally que hiciera. Aún así, no le contó nada sobre el domingo, la mala noche que pasó, lo que hizo por la mañana o cómo su mejor amiga le había salvado la vida.
Se acercó a la barra y tomó asiento junto a la chica de rubio platino, que sostenía un libro entre sus manos. Cómo no, pensó Mel sonriendo. Observó lo atenta y concentrada que estaba en su lectura, tanto que en ningún momento levantó la mirada para ver quién se había sentado a su lado.
-Buenos días- saludó Mel.
-Buenas- respondió Ally sin prestar mucha atención.
-¿Por casualidad sabes donde está la camarera?- preguntó educadamente.
-Ha entrado en la cocina para... algo- respondió, intentando centrarse de nuevo en su lectura.
-Gracias- rió.
-De nada- dijo. Unos segundos más tarde, apartaba la mirada del libro por primera vez para ver con quién estaba hablando, esa risa le sonaba de algo-. ¡Mel! Ay, perdona, no sabía que eras tú sino te habría echado más cuenta.
-No te preocupes- rió-. Al menos supongo que el libro es interesante.
-Sí, no está mal- sonrió.
Cerró el libro, no sin antes poner el marcapáginas por donde lo había dejado, lo guardó en el bolso y miró a Mel como si fuera la primera vez que lo hacía.
-¿Cómo estás?
-Algo mejor, gracias- sonrió Mel.
-Me alegro- dijo Ally sonriendo de vuelta.
-Como sigáis así se os va a caer la baba- le susurró Lauren a la chica de rubio platino cuando salió de la cocina.
Normalmente lo habría dicho en voz alta, haciendo que las dos se sonrojasen, pero no quería hacerle eso a Mel, al menos no en ese momento. Cuando le contó lo que pasó, quiso ir con ella, pero la otra insistió en que no hacía falta, que ella misma iría al bar esa misma mañana. Y allí estaba, tal y como le había prometido. Me alegra que hayas venido, le susurró cuando llegó a su altura y, para sorpresa de Mel, la abrazó con delicadeza.
Había ido a la cocina a por un paquete de café, que estaba a punto de acabarse, dejando a Ally sumida en su lectura. Sin embargo, cuando volvió la situación era algo distinta. No estaba sumida en un libro, sino en los ojos de Mel. Se miraban como si fueran lo único que había en el bar, como si nada más importase, como si la presencia de la otra anulase cualquier otra percepción que no fuesen ellas. Al menos con ella está a salvo, se dijo a sí misma sonriendo antes de hacer lo que mejor se le daba: sonrojar a su amiga.
-¿Has hablado ya con él?- le preguntó Lauren a la chica de pelo castaño.
-No, ahora cuando tome algo voy para allá. Igualmente ayer hablamos un rato por teléfono, tú sabes, por si acaso.
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La chica del bar
Teen FictionMel, una chica de 18 años, empieza a trabajar en un bar con libre acceso a wifi, lo que significaba servir café a personas cuyo alma se encontraba encerrada en el interior de sus portátiles o móviles. Siempre era igual y siempre veía las mismas cara...