8. Tú sabrás

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Eran las diez y cuarto de la mañana cuando Ally llegó al bar. Hacía bastante que lo frecuentaba, prácticamente desde que empezó a trabajar. Decidió ir no porque fuese el bar más cercano, que no lo era, sino porque Lauren trabajaba allí. Eran amigas desde que tenía uso de razón pero después de dejar el instituto cada una empezó una carrera diferente, lo que hizo que no se viesen tanto como solían hacer. Intentaban quedar cada vez que podían, eran como hermanas la una para la otra, así que cuando Lauren se enteró de que Ally trabajaba unos edificios más allá le dijo de ir a desayunar al bar en el que trabajaba. Nunca se había alegrado tanto de frecuentar un bar.

Justo cuando llegó a la barra, su amiga dejó un vaso de tubo con hielo y café justo enfrente de ella.

-Aquí tienes bonita- dijo Lauren sonriendo.

-Gracias- dijo mientras se sentaba y empezaba a buscar el monedero.

-No, no, no- decía Lauren mientras apartaba la mano de Ally del bolso- A esta invita la casa.

-¿Qué? No

-Sí.

-Lauren, no. No voy a dejar que me invites teniendo dinero.

-He dicho que sí y se acabó- dijo frunciendo el ceño.

Ally cedió y dejó que su amiga la invitase. Sabía lo cabezota que podía llegar a ser, y aunque Lauren hubiese aceptado de malas ganas el dinero, siempre se las apañaba para dejarlo de vuelta en su bolso. No sabía cómo lo hacía.

-Bueno, al menos dime por qué me invitas- quiso saber Ally.

-Porque quiero, ¿no te vale eso?

-¿Siendo tú? Sí. Pero hoy no, sonríes demasiado y estás de muy buen humor para ser por la mañana.

-Es viernes.

-Si me invitases todos los viernes me habría ahorrado unos cuantos euros. Lauren...

-...Simplemente estoy feliz, ¿no te basta con eso?

Ally miró a su amiga de arriba abajo y asintió. No sabía qué le pasaba, pero al menos era algo bueno, simplemente estaba esperando el momento perfecto para contárselo. Como siempre.

-Espero que salga bien y- continuó Ally antes de que Lauren la interrumpiese- me alegro de que estés así de bien- sonrió.

-Te quiero- dijo Lauren sonriendo de vuelta. Nadie la conocía mejor que ella.


Pasaron las horas hablando, siempre y cuando no hubiese un cliente al que atender o un café que preparar. Hablaban sobre temas variados y sin sentido, pero desde fuera parecía ser una conversación bastante interesante e intelectual. Ni de coña lo era. Ally miró el reloj, tendría que irse dentro de poco. Quedó con Lauren a la misma hora que el miércoles y, después de un largo abrazo, Ally salió del bar mientras su amiga se metía en la cocina.

-Esta ha conocido a alguien- murmuró Ally a la vez que se ponía los cascos y se dirigía al edificio de grandes cristaleras.


Llevaba toda la tarde dándole vueltas al asunto. Su jefe no había tenido tantas reuniones como esperaba, y algunas fueron anuladas a última hora, así que tuvo tiempo para maquinar un plan. No le había costado bastante llegar a él, era casi lo único que podía hacer. Sabía que esa noche vería a Mel, como era de esperar yendo al bar en el que trabajaba, y, por mucho que le costase, pretendía hablar con ella aunque fuesen cinco minutos. Llevaba toda la tarde pensando en el "ojalá pueda volver a escucharte cantar pronto" que le escribió dos días atrás, no podía sacárselo de la cabeza. Necesitaba escucharla cantar, necesitaba que cantase una canción. Y eso pretendía hacer.

La chica del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora