15. Nada más que hablar

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Era uno de Agosto cuando por primera vez Mel no maldijo su vida al ser consciente de qué día era: lunes. Solía odiarlos con toda su alma salvo cuando no tenía que trabajar, estudiar o hacer algo productivo; pero su jefe le había dado una semana más de lo que él llamaba "vacaciones" y le había sugerido denunciar a Diego. Tenía miedo. No sabía cómo podría reaccionar y no sabía si valía la pena hacerlo.

El día empezó intenso, con un primer pensamiento para Diego de buena mañana, así que decidió no seguir dándole vueltas al asunto y salir de la cama. Miró el reloj, considerando la idea de tomar algo en el bar en vez de quedarse encerrada, como haría el resto del día probablemente. Las diez. Si se daba prisa, le daría tiempo de llegar a la vez que la chica de rubio platino. Ally..., poco a poco Mel fue recordando lo ocurrido la noche anterior, sonriendo como una tonta conforme lo hacía. Definitivamente iría al bar a desayunar. 

Hacía una mañana lo bastante agradable para no pasar demasiado calor, así que decidió ir a pie. Desde lo ocurrido con Diego no le gustaba ir sola por la calle, y menos a pie, pero ese día se levantó valiente. Quería saber qué significó para Ally lo de la noche anterior, porque aunque sospechaba que no era algo 'del momento', quería asegurarse. Ya le habían hecho daño antes y no entraba en sus planes que volvieran a jugársela.


Llegó al bar veinte minutos después de salir de su casa, recibiendo el aire acondicionado con los brazos abiertos. No, no hacía demasiado calor, pero sí el suficiente para pasar el día en la piscina o encerrada en casa. Echó un rápido vistazo a su alrededor y se detuvo en la chica sentada frente a la barra que se presentaba justo ante ella. Su pelo rubio resaltaba en contraste con la camiseta oscura que llevaba, atrayendo cualquier mirada que pudiera ir hacia su persona. Mel se acercó y se sentó a su lado, observando sonriente cómo se mordía el labio inferior mientras leía concentrada una de las páginas del libro que sostenía entre sus manos. 

Lauren apareció por la espalda de ambas chicas, cargada con una bandeja llena de tazas y platos sucios, y entró a la cocina. Al parecer, el lunes no había empezado tan relajado para todas como lo hizo para Mel.

-Hola, mi amoooooor, ¿me puedes poner lo de siempre y una tostada entera, por favor?- dijo Mel sobresaltando a Ally y sacándole una sonrisa a Lauren.- ¿Qué te pasa? Te veo súper 'plof'

-Vaya susto, me cago en...- maldijo la chica de rubio platino con la mano en el pecho.

-No sé, no he dormido muy bien que digamos, además parece que la gente se multiplica o algo porque no para de aparecer gente por la puerta- resopló Lauren. 

-Está triste porque su novio no ha venido- dijo Ally sonriendo mientras guardaba el libro en el bolso.

-Y dale, te juro que un día te mato.

-¿Cómo novio? ¿De qué no me he enterado yo? ¡Conspiraciones a mi espalda no, eh!

-Ally dice que tengo novio.

-El chavalito rubio de los lunes- aclaró Ally.

-No son novios, son... ¿qué sois?- preguntó Mel.

-Nada.

-Lauren, que tenemos ojos, os gustáis y lo sabes.

-Bueno, a ver... 

-Uy, eso es que sí- rió Ally.

-Nos gustamos, pero no estamos saliendo.

-¿Y por qué? Si sois súper lindos- dijo Mel poniéndole 'ojitos'. 

-Esa misma pregunta podría hacérosla yo a vosotras, eh. Que mucho querer liarme con la gente pero poco liaros entre vosotras.

Dicho eso, dio media vuelta y se puso manos a la obra con el desayuno de Mel. Las chicas, sorprendidas por la respuesta de su amiga, se quedaron petrificadas, mirando a la nada y pensando en lo tiradas que las había dejado. Unos segundos más tarde, Ally empezó a reírse. 

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2020 ⏰

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La chica del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora