13. Fiebre del sábado noche

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Y allí estaba de nuevo, frente al espejo, cuestionándose si realmente era una buena idea. No sabía qué la había empujado a aceptar, si la persistencia de Lauren o la mirada tranquilizadora de Ally después de dejarle claro que no se apartaría de su lado en ningún momento. Pero allí estaba, sentada en la cama, estática, sin mover ningún músculo, preguntándose si realmente quería eso, si no se estaba dejando llevar, si el hecho de hacer como que no pasaba nada la mataba más que permitirse pensar en ello.

El timbre sonó, despertándola del estado de trance en el que había entrado, haciendo que sus músculos volvieran a la vida. Se levantó de la cama y fue directamente a la puerta, sabiendo de antemano lo que encontraría al abrirla: la cabellera casi plateada de Ally. Cuando vio a Mel sonrió casi por inercia, recibiendo el mismo gesto por parte de la chica de pelo castaño.

-Estás preciosa- dijo Ally sorprendiendo a Mel. 

-Tú estás mil veces mejor- logró decir Mel desde su timidez. Con el gesto le indicó que pasara al salón y se sentase-. Termino de retocarme y nos vamos.

-Pero si estás genial, como siempre- contestó la otra a la vez que se sentaba.

-No- susurró Mel mientras cerraba la puerta y se dirigía al que era su dormitorio. 

-Te he escuchado- dijo Ally alzando la voz para hacerse escuchar- Sigues siendo preciosa por mucho que digas que no.


Cuando salieron a la calle, los mofletes de Mel ya habían vuelto a su color natural. Se montaron en el coche, como la noche anterior, y fueron directas al punto de encuentro. A las once y media se encontraban delante de la discoteca más conocida de la ciudad, esperando a los demás. Cinco minutos más tarde, todos esperaban ansiosos a que Dani y Nuria cruzaran la carretera que los separaba. Una vez juntos, entraron, dispuestos a dejarse llevar por el momento, lejos de problemas y malos rollos, a disfrutar y a vivir la llamada fiebre del sábado noche.

Y no, no iban a "perrear" como estaréis pensando, no. "La fiebre del sábado noche" pasó de ser una película de finales de los setenta, a ser la fiesta temática más famosa de toda la ciudad. Todos los veranos, una vez al mes, chicos y chicas se peinaban y vestían lo más adecuado a la época para meterse en su personaje. Más de la mitad de los presentes nacieron a finales de los noventa, como Mel, y habían pasado la mayor parte de su adolescencia escuchando música de los 00's (también presente en la fiesta) pero, sin duda alguna y gracias a sus padres, habían tenido el placer de escuchar música comprendida entre los setenta y los noventa durante su infancia y parte de su adolescencia. Y claro, sumándole a eso la indumentaria y los bailes que se marcaban, esa noche era digna de presenciar. Así que allí se encontraban todos, expectantes a que empezara a sonar la primera canción de la noche.


Las doce de la noche. Todos los presentes en la sala miraron, con la emoción dibujada en la cara, cómo el suelo comenzó a teñirse de colores cuadrado a cuadrado, desde los extremos hasta el centro, y cuando por fin el último se iluminó, todos alzaron la vista al techo justo para ver cómo una bola de discoteca aparecía con su característico brillo grisáceo y, justo en el momento que terminó su bajada, Get the party started de P!nk empezó a sonar. 

Así que allí estaban los nueve, en el centro de la pista, bebida en mano, saltando, bailando y gritando, más que cantando, como si les fuera la vida en ello. Mel miró a su alrededor. Lauren y Ally cantaban cogidas de la mano, gritando cada letra de la canción y riendo entre estrofa y estrofa. María y Nuria se miraban con cara de "¿en qué momento pensamos que esto sería una buena idea?" mientras cantaban y reían por la intensidad de las otras dos. Los chicos, algo menos eufóricos pero totalmente metidos en su papel, cantaban a pleno pulmón y miraban a las chicas, divertidos. Sin duda alguna Mel se unió a las chicas y, con una sonrisa por parte de Hugo, empezó a disfrutar de la noche como hacía tiempo no hacía.

La chica del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora