Fueron cerca de las doce de la mañana cuando un rayo de sol despertó a Mel. Giró sobre sí misma. No estaba muy cansada pero en aquel momento solo quería volver a su sueño, volver a estar en la playa con ella a su lado. Sin embargo, por mucho que lo intentó no consiguió conciliar el sueño. Maldijo su suerte. Las doce y media. Se desperezó y cogió el móvil, encontrándose con dos nuevos grupos de Whatsapp, uno para la comida de ese mismo día con Nuria y Hugo, y otro para la del domingo con los demás. Con lo fácil que sería quedar todos juntos, dijo Mel sonriendo de lado.
Hora y media más tarde, y después de preguntarle a Nuria si estaba de acuerdo, los cinco se encontraban en la esquina del bar decidiendo dónde comer. No le importaba el hecho de no conocer a Isaac, sabía que trabajaba en el bar pero, a diferencia de Lauren, no iba por las noches a tomarse alguna que otra copa; además le encantaba conocer gente nueva. Después de evaluar la situación y aceptar que si iban a un restaurante no podrían liarla, decidieron ir a la pizzería de enfrente. Mel había ido alguna que otra vez con sus compañeros de clase después de terminar una dura semana de exámenes, y con sus padres, antes de que se fueran de vacaciones. Era un buen sitio.
¿Que si la liaron? La verdad es que sí, un poco. Aunque era de esperar. No es que siempre la liaran pero eran dados a ello. Como Nuria era la nueva empezaron a hacerle preguntas, al principio bastante normales, pero con forme pasaba el tiempo se volvían más raras y cuanto más raras más altas las preguntaban, haciendo que se girase media pizzería con cada pregunta mientras Nuria reía a más no poder. Lo pasaron bastante bien, salvo cuando por un momento casi hacen caer a una camarera, pero todo quedó en una divertida anécdota.
Cuando terminaron de comer y cada uno pagó lo suyo, se despidieron, diciendo, cómo no, de quedar algún otro día. Y tú también, que me has caído bastante bien, dijo Isaac refiriéndose a Nuria. Ésta sonrió, era bastante simpático y hacía reír con facilidad, sobretodo cuando empezaba a imitar a famosos; aunque por otro lado se notaba que era era el mayor de todos, se preocupaba por ellos.
Casi todos se fueron en la misma dirección, siendo Mel la única que iba hacia el parque. Siempre le había resultado curioso el hecho de que los bares, restaurantes, pizzerías, cafeterías y puntos de encuentro más famosos de la ciudad rodeaban el parque pero casi nadie lo visitaba. Los que solían hacerlo eran los que iban a jugar al parque con sus niños, los que paseaban a sus perros, los que salían a correr, los que iban por puro gusto, y los que tanto viernes como sábados se pillaban una borrachera curiosa y salían a tomar el aire mientras les bajaba el alcohol.
Pero realmente le daba igual, ella era feliz haciendo fotos y yendo a visitar a los patos, y cuando se paraba a acariciar algún perro... la felicidad personificada. Fue directamente a la fuente que se encontraba en medio del parque. Era grande, bastante grande, siendo más estanque que fuente, rodeado de bancos desde los que se podía ver la pequeña isleta que había para patos dentro de esta.
Cuando llegó estuvo unos instantes apoyada en la barandilla, pero viendo lo lejos que estaban decidió sentarse a esperar en uno de los bancos. Había una mamá pato en el estanque y cada vez que podía le daba de comer tanto a ella como a sus polluelos, siempre llevaba algunas migas de pan en el bolso por si le daba por pasar por allí. Cuando vio que ya iban a llegar a su altura, volvió a levantarse y se acuclilló cerca de la barandilla. Eran preciosos y pequeños, tanto que todavía tenían ese color amarillento que tanto les caracterizaba. Ay, pero mira qué monos, por dios, susurró Mel mientras intentaba que no le diera un ataque al corazón.
Mientras que con una cara de felicidad digna de fotografiar tiraba trocitos de pan al agua y hacía que se acercaran a ella, una chica la miraba divertida desde uno de los bancos. No esperaba ni de lejos encontrársela fuera del bar, y menos allí, cuando decidió ir a leer al parque después de haber comido con sus padres; pero fue una grata sorpresa. No había leído ni un capítulo cuando Mel apareció y dejó de concentrarse en su lectura. No podía remediarlo, era demasiado bonita. Es cierto que al principio no la miró demasiado por si le daba por mirar a su alrededor pero estaba tan centrada en los patos que ni siquiera se paró a mirar si había alguien más en el parque.
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La chica del bar
Teen FictionMel, una chica de 18 años, empieza a trabajar en un bar con libre acceso a wifi, lo que significaba servir café a personas cuyo alma se encontraba encerrada en el interior de sus portátiles o móviles. Siempre era igual y siempre veía las mismas cara...