10. No mientras yo esté aquí

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Miró el reloj. Las diez de la mañana. Llevaba dos horas en la misma posición, sin moverse, sin apenas pestañear, pensando. Había tenido una pesadilla, una que involucraba a Mel. No podía dormir, estaba inquieta, preocupada. Sabía que era una simple pesadilla, que era fruto de su imaginación, pero quería asegurarse. Cogió las llaves de su apartamento y salió de allí. 


Diez minutos más tarde, el ascensor del portal siete paraba al llegar a la quinta planta. No era propietaria, ni mucho menos, pero consiguió que un vecino le abriera la puerta. Salió del ascensor y se dirigió a la puerta de la derecha. 

Vamos- susurró a la vez que tocaba el timbre- Vamos, vamos- decía conforme pasaba el tiempo- Mel, soy yo, Ally- dijo después de tocar el timbre por cuarta vez- sólo pasaba para saber si estás bien.- no hubo respuesta- ¿Mel?¿Estás ahí?- llamó de nuevo, en vano.

-Si buscas a la chica de enfrente no creo que la encuentres, salió ayer por la mañana y no creo que haya vuelto- dijo el vecino apoyado en el marco de la puerta.

-Yo misma la dejé en casa anoche- aclaró Ally.

-Entonces tiene que estar ahí, porque salir no ha salido.

-¿Cómo está tan seguro?

-Siempre que se levanta pone música, si-em-pre. Hoy no la ha puesto, estará dormida.

-O inconsciente- murmuró Ally para sí- ¿Por casualidad no tendrá una copia de su llave, no? Estoy bastante preocupada por mi amiga.

-Hace un rato escuché un ruido, no sé si...- enmudeció al ver la cara de preocupación de la chica- Oh sí, la llave, dame un segundo- dijo entrando en el piso- Aquí tienes devuélvemela cuando...

-Gracias por la ayuda- dijo Ally poco antes de cerrar la puerta tras de sí.- ¿Mel? ¿Mel dónde estás? Soy Ally, por favor no te asustes, me ha abierto tu vecino, es un poco raro, no te voy a mentir, pero se le ve buen... ¿Mel?- dijo al ver a la chica tendida en el suelo- Mel...

Se arrodilló junto a ella, llamándola por su nombre repetidas veces. No, no estaba dormida. Comprobó que respiraba, y que lo hacía de manera constante, no había nada raro. Miró a su alrededor, había una lámpara en el suelo. Quizás ha tropez... No, no ha tropezado, corrigió al ver el bote de somníferos cerca de ella, mierda Mel, susurró. 

Con cuidado la cogió en brazos, apoyando su cabeza contra su hombro. Ni de coña te vas a morir, que lo sepas, no mientras yo esté aquí, le decía. La llevó al cuarto de baño y la sentó con la cabeza apoyada en la taza del váter. Se lavó las manos y antes de meterle los dedos en la boca le pidió perdón. No le apetecía nada tener que hacerlo, pero era la solución más rápida y la que más veces había hecho. 

Después de que el cuerpo de la chica se estremeciera repetidas veces y vomitase, Ally volvió a cogerla en brazos y la llevó hasta la ducha. Se sentó en el suelo de ésta, con la cabeza de Mel apoyada en su pecho, cerró la mampara y  después de un "más te vale que tu ropa me quede bien" abrió el grifo. Conforme pasaba el tiempo, el cuerpo de la chica fue respondiendo al contacto con el agua: su piel dejó de estar seca y colorada, sus pulsaciones volvieron a ser normales y, de vez en cuando, algún músculo se contraía.


Cuando Mel despertó, lo primero que notó fue que no estaba en el salón tirada en el suelo sino sentada en la ducha con alguien. Tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo, lo hizo impulsada por el pánico. Empezó a empujar a la persona que la abrazaba contra la mampara e intentó alejarse de ella; sin embargo, ésta, a pesar de sus repetidos golpes, la inmovilizó. Todavía estaba débil. 

La chica del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora