Era las doce y media cuando Ally llegó al bar, esa mañana decidió dormir un poco más, estaba cansada de la noche anterior. Lauren estaba detrás de la barra con una cara de haber dormido más bien poco que la hizo sonreír.
-Nadie diría que eres una chica bastante activa con la cara esa que tienes -dijo Ally haciéndola sonreír.
-Idiota. Es que no viene nadie, la gente librando y yo aquí muerta del asco...
-Eh, que yo tampoco libro. Ponme lo de siempre anda -le dijo dejando el dinero en la barra.
-Lo que usted diga, señora ligona.
-¿Ligona? Espera, ¿sigues hablando conmigo o es que el sueño te afecta tanto que empiezas a ver gente donde no la hay?
-En primer lugar, nadie puede negar al cien por cien que no haya nadie sentado a tu lado. Y en segundo lugar, sí, hablo contigo. ¿Acaso no hablaste con Mel?
-No, estaba bastante ocup... Espera, ¿por qué debería hablar con ella exactamente?
-Oh, vamos -dijo Lauren girándose para mirar a su amiga a los ojos- Te gusta.
-No.
-Sí.
-Que no.
-Vamos Ally, te conozco desde que somos pequeñas. Te gusta.
-No me gusta, me parece... interesante.
-Dilo como te dé la gana, pero sabes que tengo razón -dijo apoyándose en la barra a la vez que dejaba el café de su amiga frente a ella.
Ally sacó la lengua cual niña pequeña y le dio un sorbo a su café. Qué fresquito, pensó. Sabía que le gustaba Mel, aunque fuera un poco, pero todavía no había podido hablar con ella. Iba a hacerlo anoche pero estaba demasiado ocupada como para que se fijase en ella aunque fuese un minuto. Sonrió al recordar cómo Mel se había enrojecido cuando se dio cuenta de que la miraba mientras bailaba.
-Hey -dijo Lauren captando su atención- Mañana vendrás ¿no?
-Sí, no te preocupes, esta vez no tendrás que intentar convencerme -dijo sonriendo- Cuando salga de trabajar, sobre las siete o así, iré directa a mi casa, me arreglaré y todo eso.
-Entonces sólo te veré por la mañana ¿no? Aunque no sueles venir por la tarde, pero supongo que después de mañana querrás frecuentarlo también sobre esa hora -dijo mientras le daba golpecitos en el brazo.
-Idiota -dijo Ally enrojeciendo- Sí, sólo me verás por la mañana -terminó lo que le quedaba de café y le dio un beso en la mejilla a Lauren- Me voy que entro en unos minutos. Hasta mañana, o hasta luego, ya veré lo que hago -sonrió.
-Yo que tú no vendría esta tarde si no quieres ver a Mel reventada de la vida, dejaría de gust... interesarte.
-Lo tendré en cuenta. Adiós, preciosa -dijo mientras cogía sus cosas y se iba.
-Adiós, rubita -No va a venir ni de coña, dijo para sí. Miró el reloj: la una menos cinco. Libertad condicional, por fin.
Eran las dos de la tarde cuando sonó el teléfono que estaba junto a su cama. Mel alargó el brazo tanteando la pantalla sin ser verdaderamente consciente de sus movimientos. Dichoso móvil, pensaba conforme pasaban los segundos y seguía sin conseguir apagar la alarma. Finalmente alzó la vista, cogió el móvil y con los ojos entrecerrados deslizó el dedo en la dirección correcta. Tiró el móvil a los pies de la cama y dejó caer su cabeza sobre la almohada.
Aunque desde un punto de vista externo parecía que a Mel le gustaba menos los jueves que los lunes, no era así. Odiaba los jueves, sí, pero sólo los primeros veinte minutos, por lo demás solían gustarle. Era el día que más tarde se levantaba y el que menos horas trabajaba, todo un lujo, como ella decía. Simplemente le costaba levantarse después de una dura y larga noche de trabajo, algo comprensible.
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La chica del bar
Teen FictionMel, una chica de 18 años, empieza a trabajar en un bar con libre acceso a wifi, lo que significaba servir café a personas cuyo alma se encontraba encerrada en el interior de sus portátiles o móviles. Siempre era igual y siempre veía las mismas cara...