Prólogo

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Prólogo

      Manhattan, Nueva York

      Abro los ojos, pero no puedo ver nada. Hay una lastimosa oscuridad nublándolo todo. Humo negro se arremolina frente a mí, hace que mis ojos ardan y piquen, me está ahogando.

      Mi cabeza late fuertemente, me siento tan desorientada, perdida, por un segundo no puedo recordar en dónde estoy, ni qué está pasando. Comienzo a moverme levemente, pero mi cuerpo casi no me lo permite, duele demasiado, pero hay algo más.

     Estoy atrapada. Una pieza de metal cae en mi vientre oprimiéndolo tanto que quiero llorar, me impide moverme y respirar correctamente, mi brazo izquierdo se encuentra apretado contra lo que parece un asiento de auto.

     No puedo dejar de toser, y cada vez me falta más el aire. Estoy aterrada, intento con todas mis fuerzas no entrar en pánico, porque tengo que salir de aquí, siquiera recuerdo aún cómo llegué a esta posición.

     Comienzo a tirar mi brazo, con miedo de que esté roto o algo peor, pero no se mueve, en cambio, me causa un dolor descomunal, al menos lo siento, eso es buena señal, o eso creo. La posición que mantengo no me favorece, tengo que resolver qué hacer, necesito salir o me asfixiaré.

      Entonces tiro con más fuerza, haciendo movimientos circulares con mi brazo para sacarlo, mientras ahogo el grito que me provoca la presión en el vientre. Logro sacarlo, pero el dolor es insoportable, tanto que las lágrimas cubren mi rostro sin control y mis labios se encuentran reventados con la presión de mis dientes.

      Tomo lo que parece el manubrio del asiento e intento levantar de mi vientre el metal. Tengo que aplicar la fuerza que casi no tengo con mi brazo derecho, ahogo un grito y me libero sin mayor dificultad. Comienzo a moverme sin mucho éxito, el espacio reducido me está aplastando. Antes había sufrido de asma, pero nunca me había faltado tanto el aire como ahora.

      Viendo con dificultad, capto que junto a mí hay una ventana, al menos se siente como una. Busco con mi mano buena la pieza de metal que me oprimía el vientre, y cuando la encuentro comienzo a golpear el vidrio con todo lo que puedo.

     Me canso con tanta facilidad. «Vamos Luna, respira, puedes hacerlo», me repito. Tras unos cuantos intentos, estalla en pedazos, solo logro proteger mi cara, pero hay vidrios regados en todas partes.

     Abriendo más el espacio logro escabullirme y caigo directamente en el piso, que está húmedo, se siente como grama. Trato de ponerme de pie, pero no lo consigo. Me arrastro lo más lejos posible, en busca de un lugar donde pueda respirar.

     Me detengo cuando no puedo moverme más, todo está tan oscuro, tan confuso, debo haber golpeado fuerte mi cabeza, porque siento la sangre bajar por mi mejilla. Cuando logro subir la mirada, una ráfaga de brisa disipa un poco el humo. Aclaro mi visión, sigo tosiendo cada vez más y respiro con dificultad.

     Observo algo, parece más un alguien, un brazo, no se ve bien. Tomo una respiración profunda y reúno fuerzas para moverme hasta allá. Definitivamente, es un brazo, está sobre la grama, una delicada pulsera rodea su muñeca. Y por supuesto que reconozco esa prenda, ¡Es mi madre!

     El brazo sale de la puerta entre abierta del auto. La alzo un poco, esta cae, logro atajarla y quitarla del camino. Mamá está de cabeza, su pecho muy aprisionado contra el volante, sangre y moretones la recorren. Toco su cuello en el punto correcto, su corazón aún late, débilmente, pero lo hace, me da pánico moverla, no quiero lastimarla más y tampoco tengo las fuerzas suficientes para hacerlo.

      Entonces recuerdo, fue un accidente, mi padre, él venía con nosotras. Debo encontrarlo y debo buscar a alguien que saque a mi mamá de aquí. Me muevo hacia un lado, el humo vuelve a molestar, mis pulmones me están quemando. Los dolores por mi cuerpo me destruyen, pero debo encontrarlo, tengo que moverme.

     Gateo con mi mano sosteniendo mi vientre hasta ver su laptop destruida en el suelo. Rodeo el auto, y lo veo. La mitad de su cuerpo cae por la ventana del copiloto.

      Su rostro está totalmente cortado y ensangrentado, con pequeños pedazos del vidrio estallado recorriéndolo. Mi corazón se quiebra y se acelera. Me siento junto a él. No hace falta que tome su pulso, él ya no está, no vive, no respira, su corazón ya no bombea sangre, su cerebro ya no trabaja, ya no puede hablarme, ni verme, ni escucharme, ni tocarme, está muerto, lo perdí.

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#1 Sonidos Mudos (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora