26: « ¿Soy liberal? »

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26: « ¿Soy liberal? »

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26: « ¿Soy liberal? »

Otra madrugada sin dormir, el bebé no dejaba llorar por razones posiblemente demoníacas, tal vez deberíamos llamar al cura porque esto no es de Dios, ¿o debimos bautizarlo? Creo que estaría bien considerar esa idea, nada más para ver si funciona.

—Traje popcorn —me senté junto a ella, ambos veíamos al bebé llorar—. ¿No deberías cargarlo?

—¿Por qué no lo haces tú? —tomo un popcorn y se la comió.

—Porque estoy comiendo, duh.

Seguimos escuchando nuestro linda serenata de llanto durante diez minutos hasta que nos cansamos y yo fui el primero en levantarme, ahora el bebé lloraba en mis brazos mientras un brazo y mis piernas me mecían.

—Si ponemos música, ¿crees que se sigan escuchando sus llantos? —pregunte—. ¿O al menos deje de llorar si escucha a DJ Khaled?

—Una de dos opciones puede funcionar —contesto—. Bueno, qué más da, ponle.

Tome mi celular que estaba conectado a los parlantes y puse Do You Mind, le subí el sonido hasta hacer que se escuchara hasta la habitación. Kyrae tenía razón y al mismo tiempo no: seguíamos escuchando el llanto del bebé y parecía empeorar, pero eso no evito que bajara el volumen, bebí mi refresco mientras miraba al muñeco poseído en mis piernas.

Llego una parte de la canción que un dude en cantarle a Kyrae:

Hemos estado aquí, pensando en ello toda la noche, cariño, deberías estar en mi cama —cante—. Y deberías estarlo más seguido, incluso cuando termine este proyecto.

Ella simplemente se río.

—¿Cuándo admitirás que te gusto?

—Mmm... —ladeo su cabeza—. Posiblemente cuando sea el fin del mundo.

—Entonces ojalá una de las profecías se cumplan.

—¿Escuchas eso...? —frunció el ceño.

Voltee lentamente mi cabeza hacia ella y me miro. Y hable despacio.

—¿Escuchas gente muerta?

—¡No! —grito de inmediato—. Joder, todo es broma para ti.

No pude evitar reírme a carcajadas, después de unos segundos, nos dimos cuenta que era la puerta. Ella no quería levantarse de la cama, tomo al bebé en brazos y se volvió a apoyar en la almohada, maldita.

Me levante de la cama sin soltar mi bebida, cuando llegue a la puerta, no miré ni quien era, solo la abrí de un tirón encontrándome con cinco vecinos en pijamas, ellos tanto como yo, nos quedamos mirándonos, ellos soñolientos y yo todavía bebiendo de la pajilla, nadie hablo por segundos hasta que el señor William aclaro su garganta y acomodo sus lentes.

Proyecto BebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora