Capítulo cuatro

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MARÍA

Otro día más en éste estúpido lugar ¡Ya les dije que no necesito estar aquí!
Ya no soporto estar encerrada en un lugar completamente inútil donde sólo me reprimen.

¡Éste lugar es un infierno! Todos dicen que es por mi bien, pero, ¿Qué saben ellos? ¡Es mi vida! Yo sé lo que quiero, y aquí encerrada nunca lo voy a tener.

¡Aahhh! ¡Lo necesito!
Aquí soy como una flor que se marchita lentamente a necesidad del sol, reprimida por las garras de la oscuridad. Todos piensan que ser como yo es malo, pero, ¿Qué tiene de malo vivir en tu propio mundo?

SARA

Estaba dormida tranquilamente, cuando un extraño ruido hizo que me despertara de golpe. Era él, mi tío quién me traía un vaso con agua y unas pastillas. Extendió sus manos hacia mí invitándome a tomar el vaso con agua y las pastillas. Así lo hice, las tomé en mis manos sin decir una palabra, pero lo único que hice fue esconderlas debajo de mi lengua. Bebí el agua con calma para que las pastillas no pasaran. No sé por qué, pero mi tío siempre me traeExtendípastillas diciendo que son vitaminas, pero yo siento que no las necesito así que no las tomo, sino que las tiro después de que se va.

MATTHEW

No sé que tropecé cuando le llevaba las pastillas a Sara, espero que se rompiera eso que cayó al piso. Maldita mierda.

Decidí hacer unos trámites de dinero en la computadora, debía revisar mi cuenta bancaria, tantos gastos gracias a la mocosa de mi sobrina me dejarán en la ruina. Mientras hacia eso vi una carpeta la cuál estaba repleta de fotos, si, fotos de ella, su madre y padre.

Cuando vi aquella fotografía mis ojos se llenaron de lágrimas que sin mi consentimiento cayeron.

Me tortura saber que le fallé a mi hermano, y que no pude disculparme con él, al estar perdidamente enamorado de su esposa, la madre de su hija, Sara.

Simplemente no puedo creer que ya no están, y la culpa me carcome por dentro día a día.

-Tío, ¿por qué lloras?-me preguntó Sara con voz baja. 

Secó mis lágrimas con delicadeza y mientras lo hacía eso me dediqué a observar sus ojos, sus extraños y hermosos ojos.

-Porque la vida es injusta, Sara. La vida es demasiado injusta con las personas buenas como tu padre.

El remordimiento invadía todo mi cuerpo, en ese momento supe lo que tenía que hacer.

Extendí mi mano y volteé el computador dejando ver la fotografía en la playa de ellos tres abrazados, todos con una gran sonrisa en el rostro. La foto irradiaba felicidad, buenos recuerdos, eran una familia perfecta.

En ese momento Sara rompió en llanto y, al sentirme tan culpable, me levanté de la silla y la abracé.

Es extraño que tuviera éste momento de simpatía con ella, un momento tan íntimo. Es difícil hacerlo, ella siempre vive en su mundo y yo en el mío.

La vida según SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora