Citas

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(El ladrón de pinturas parte 2)

De pie frente al espejo Ino observaba cada detalle del vestido celeste que había elegido. Dio unas vueltas sobre si, movía de un lado a otro sus caderas, tiraba hacia atrás su cabello platinado, en conclusión parecía estar en una sesión fotográfica frente a su espejo.

— Venga Ino te ves bien — halagó Tenten mientras masticaba un chicle de hace diez minutos.

— Sé que hace falta algo — refunfuña y vuelve su vista al espejo, hace una mueca de disgusto y cruza sus brazos.

— ¿Un novio?

— Idiota.

— No sé cuál es la desesperación por tener uno.

— Dices eso porque ya tienes a Neji — respondió tirándose a la cama, donde la castaña estaba.

— Puede ser.

Tenten vio la incomodidad de Ino, se le notaba nerviosa, era raro en ella estar nerviosa por una cita. Desde que la conoció le pareció una chica con bastante carácter, divertida, soñadora, enamoradiza y directa para hablar.

— No sé qué me ocurre.

— No es cosa del otro mundo Ino, estarás bien.

Suspiró pesadamente y busco la laptop, se conecto a Facebook y le envió un mensaje al azabache. Minutos después recibió la respuesta afirmativa.

— Bien, me voy.

— Suerte.

—✨—

Caminaba buscando con la mirada a Sai, mientras tarareaba alguna canción que se le viniera en mente, se mordió el labio al ver que no conseguía verlo; pisoteó fuertemente señal de que quería armar un berrinche por haber sido planteada. Debajo de un frondoso árbol, sentada con una posición como si quisiera meditar o algo por el estilo, la Yamanaka jugaba con una de las flores que tenía en sus manos; seguía esperando, estando esperanzada a que él vendría y que ese día no se convertiría en la octava pésima cita, sería para ella el colmo.

— Lamento la demora — escuchó decir, levantó su vista y lo vio frente a ella.

— Eres un impuntual, ladrón de pinturas.

Rió como si le hubiesen contado la historia más chistosa de su vida. Extendió su mano hacia ella quien no dudó en tomarla.

— ¿Por qué te ríes? — preguntó Ino.

— Perdón, no pensé que en verdad me siguieras llamando así.

— Yo pensé que no vendría.

Sai cambio rápidamente su expresión a una seria.

— Tal vez sea un impuntual pero no soy un mentiroso, dije que vendría y aquí estoy.

— ¿A dónde iremos?

— Allá — señaló la cima del árbol.

— ¡Qué! ¡Estás loco!

— Loco, sí puede ser.

Ino murmuró un montón de cosas inaudibles ¡no quería subir! Llevaba puesto un bonito vestido y no pensaba arruinarlo.

— Anda diva subamos.

Ella hizo un berrinche pequeño antes de ceder a subir, con dificultad lo logró, y ya estando ambos en la misma rama el silencio invadió el momento.

— ¿Por qué querías subir?— indagó rompiendo el silencio que la estaba incomodando.

— Es muy relajante ver todo desde arriba, puedes sentir que no necesitas tener los pies en la tierra.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Lo diré de otra forma: la mayoría de citas en los parques son con un picnic, o estando sentados en una banca. Yo quise algo diferente — respondió y de su mochila sacó dos emparedados — Es mejor comer desde aquí arriba con una gran vista del parque.

— Eres raro.

— Eso es bueno supongo.

Rió, se dio cuenta que cuando comenzó a notar a ese chico, tal vez se volvería importante para ella.

— Tengo otra pregunta — dijo obteniendo la absoluta atención de Sai y su mirada penetrante, seria e intrigante.

— Habla entonces.

— ¿Qué tienen de especial las pinturas que "tomaste prestadas"? — preguntó, haciendo énfasis en lo último, Sai sonrió y dejo escapar una leve risa divertida, sacudió el cabello de Ino para proseguir a contestar.

— Eres muy curiosa, belleza.

— Y tú muy raro — protestó acomodando su cabello.

— Verás — hizo un ademán — Esas pinturas pertenecieron a mi abuelo, el cual al fallecer, se las quitaron vendiéndolas, yo simplemente recuperé lo que por derecho me pertenece.

— ¿Iban a dártelas? ¿Y porqué le quitaron algo tan común como unas simples pinturas?

— Deberías de hablar menos — dijo, disimulando el hecho de haberse sentido ofendido — Eso tan común, tiene un secreto.

— ¿Qué secreto?

— No lo sé, mi abuelo solía decir que, éstas pinturas tienen algo especial, que al momento de expresarte con ellas, tus anhelos más profundos se vuelven realidad.

— ¿Crees que sea cierto?

— Quién sabe. Sólo es un relato que narraba al mecerse en aquella silla mecedora. Un artista misterioso, eso fue siempre mi abuelo.

— Para mi si lo son, creo que en verdad son especiales. Gracias a ellas te conocí — dijo Ino, haciendo un esfuerzo para no ruborizarse.

— Cierto. Con estas pinturas expresaré mis anhelos más profundos — respondió el azabache — todos los que tenga contigo, así se harán realidad.
















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