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Bajé del auto y agradecí a mi chofer que me hubiese abierto la puerta. Arreglé mi vestido y caminé a paso firme hacia el edificio en el cual trabajaba. Las puertas de entrada se abrieron y mis tacones sonaron en la cerámica al entrar. Algunas personas levantaron su mirada hacia mi, y para nos ser mal educada esbocé una pequeña sonrisa. La verdad es que la comisura de mis labios apenas se levantó un milímetro pero hice el esfuerzo.

Tomé el ascensor con unas cuantas personas más que me dieron un educado "Buenos días" y que fueron bajando a medida que la máquina iba subiendo.

Llegué al noveno piso. Bajé, pasé directo a mi oficina. Dejé mi cartera en el hueco del escritorio y encendí mi computador.

—Adelante —dije cuando siento unos golpecitos en mi puerta y se asomaba mi secretaria con su agenda y mi café Venti del día.

—Buenos días, señorita Trinidad.

—Buenos días, gracias —recibí el café—. ¿Tenemos todo listo para hoy?

—Así es, a las diez llegará Sergio, de la disquera para afinar los detalles del concierto. Tiene el almuerzo de hoy agendado con su amiga y a las 3 empieza la reunión con todo el equipo para armar todo el evento del festival de bandas chilenas emergentes.

Perfecto, no era un día, tan, tan ajetreado.

—Muchas gracias Sofía, puedes retirarte.

—Con permiso.

Cerré los ojos unos segundos. La verdad es que no pasé una buena noche. Andrés me estaba visitando y lo más movido venía de noche. Claramente por andrés no me refiero a un hombre, sino a la visita mensual. ¡Qué jodida es la vida de nosotras!

Nuevos golpes en mi puerta provocaron que abriera los ojos y repetí el adelante con el mismo ánimo anterior.

—Permiso, ¿cómo está la mujer más bella de esta oficina?

—Qué patero —sonreí.

Tomás se acercó y me dió un pequeño beso en los labios.

—¿Cómo estás? —pregunté.

—Muy bien, amor. ¿Y tú?

—Un poco cansada, pero bien.

—Oye, venía a invitarte a almorzar hoy. Llegué más temprano de lo normal solo para eso, ya que tengo que hacerme una hora en tu agenda para verte últimamente.

—Ay mi amor, lo siento —me levanté y abracé—. Sabes que esta temporada del año es así. Y lamento decirte que mi almuerzo de hoy lo reservó Maite. Ya estoy comprometida —hice un puchero para que no pensara mal.

—Entonces mañana, y si tienes algo, cancelalo. Necesito estar al menos una hora contigo.

—Déjame ver con Sofía, si hay algo muy importante, sabes que no lo cancelaré. Trabajo es trabajo, caballero.

Maldijo pero me besó. Lo eché de mi oficina para que fuera a trabajar y así empezar con lo mio.

Tomás era mi novio hace tres años, nos conocimos gracias a Maite en uno de sus cumpleaños y coincidimos en varias cosas respecto al éxito en la vida. Era guapo y muy inteligente, aunque a veces un poco hostigoso, pero aguantable. ¿Estaba enamorada? No lo sabía. Pero era una relación agradable y conveniente para nuestros futuros.

Comencé a chequear el informe con las condiciones que nos pone el pelirrojo inglés para traerlo al país y así estar preparada para la reunión con su casa disquera. Éramos 2 agencias de producción las que estábamos peleando al artistas, por lo que debía realizar la mejor oferta. Este hombre y sus canciones nos pueden dejar muchas ganancias.

Cruel corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora