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Me duele la cabeza, siento que todo me da vueltas

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Me duele la cabeza, siento que todo me da vueltas. No estoy embarazada, Tomás no puede tener hijos, así que no es algo de lo que tenga que preocuparme.

Siento una presión fuertísima en la cien, masajeo y respiro profundo, esperando que pase pronto. No me agrada mucho tomar remedios, lo hago solo en casos extremos.

Mi teléfono suena. Es Maite. Han pasado dos días desde que me envió la invitación del aniversario de la revista y no le he respondido. El evento es mañana, debe necesitar mi respuesta.

—Hola.

—Trini —guarda silencio—. ¿Podemos vernos?

—Acabo de salir del trabajo. ¿En mi casa o dónde?

—Te invito un café helado.

—Estoy donde siempre en diez minutos.

Corto y me subo en el auto. Le pido a Roberto que me lleve al Bravísimo que está en el Drugstore de Los Leones, en Providencia. Ingreso en el local y me acomodo en una mesa a esperar a Maite, quien no tarda más de tres minutos en llegar. Me saluda con un abrazo y nos quedamos mucho rato en esa posición.

—Perdón —dice y me suelta. No sentamos—. Por haberte ocultado todo. De verdad.

La miro unos segundos y asiento. Llevábamos días sin vernos después de aquel hecho y la verdad la extrañaba. No entendía mucho porque ninguna de las dos recurría a la otra. Era inconsciente.

—Ya quedó atrás Mai —le sonrío—. Ese tema ya no me importa, no es algo que afecte mi vida —digo tranquila—. Empecé de nuevo y estoy bien.

—¿De verdad? —asiento—. Uh, lo encuentro genial —sonríe, pero no convencida. Guarda silencio.

Nos traen la carta y ambas pedimos un café helado.

—¿Cómo va todo lo del evento para mañana?

—Bien. Todo ya está listo. ¿Irás?

—Aún no lo sé, lo siento. He tenido demasiado trabajo y estoy cansada.

—Entiendo... De todas formas quiero que sepas que para mi es importante que mi amiga, mi mejor amiga esté ahí.

La miro y suspiro.

—Haré lo posible. De verdad, pero no te prometo nada.

Llegó nuestro helado y nos quedamos conversando por más de una hora. Al llegar a mi casa, me duché largo y simplemente me acosté. Estaba cansada y no quería pensar en nada, absolutamente nada. Sin embargo, un mensaje mes desvió un poco de mi objetivo. Un mensaje d Tomás, como todos los días. Le respondí y me dormí.

Eran las siete de la tarde del día siguiente y estaba enfundada en un vestido negro que dejaba mis hombros al descubierto, tenía un escote elegante y un corte en la espalda un poco más pronunciado de lo normal. Se ajustaba a mi cuerpo desde los pechos hasta un poco más abajo de los muslos y recién allí se soltaba, solo un poco. Le pedí a mi estilista que mi pelo quedara recogido, algo no tan formal, un poco desordenado. Colgué un delicado collar y unos aros a juego. El maquillaje lo más natural posible. Los infaltables tacones suicidas y listo.

Cruel corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora