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Los días comienzan a tomar su curso normal. Las negociaciones que Tomás hizo en Argentina fueron un éxito y la alianza se realizará solo en un par de días. Ahora, todos estamos de cabeza en los preparativos del concierto de Ed. Ese pelirrojo vende como loco.

Por otro lado he intentado olvidarme de mi "sueño-realidad" con Simón y así también de él. Orgullosamente puedo decir que ya casi ni pienso en todo lo que conlleva su nombre.

Estoy en mi oficina enfocada en la planificación que recibí respecto a las promociones y marcha blanca del próximo concierto. Y como ya es el momento, tomo el teléfono y le marco a mi bella amiga.

—Te dignas a llamarme, Valdevenito —grita.

—Tú también podrías hacerlo —la escucho reir—. Oye te llamo de manera profesional.

— Ay. Está bien. Soy toda oídos.

—Ya tengo todo listo con Ed, así que puedes empezar a hacer tus maravillosas notas con toda la exclusividad que te mereces. Serás nuestro medio oficial, escrito, claro.

Escucho como chilla. Es el mejor trabajo al que pudo haberse dedicado, su fanatismo nunca cambiará.

—¡Voy a entrevistar a Ed! Amiga, gracias —sigue gritando.

—Ay, Maite. Es horrible. Adorable, pero bueno —río.

—Estoy demasiado feliz... —deja de hablar de golpe y escucho que una voz le habla—. Trini —marca mi nombre más de lo normal—. El trabajo me llama. ¿Te parece si nos juntamos a las siete donde siempre? Necesito celebrar con un rico café helado.

—Sí, no más alcohol, por favor.

Reímos y cortamos.

Decido darme una vuelta por la empresa. Pocas veces lo hago, pero quiero ver como va todo. Me detengo a revisar y conversar con cada departamento encargado de áreas, lo que me toma casi una hora. Y la verdad, es que me quedo tranquila. Todo marcha bien y mis trabajadores se ven a gusto. Creo que ha sido bueno suavizar un poco mi carácter, lo que pasa es que todo va saliendo de maravillas, por lo que no ha habido razón para andar como un monstruo.

Camino hacia mi oficina a realizar las últimas cosas de día, y así irme relajada para mi celebración con Mai,

—Trini —escucho a Tomás y me volteo. No se ve bien.

—¿Qué pasó?

Llega a mi y me abraza. Me asusta. Lo envuelvo en mis brazos y llora.

—Tomás, ¿Qué pasa? —insisto.

La escena logra llamar la atención de algunos trabajadores cercanos, pero mi cara de pocos amigos, los obliga a volver a lo suyo. Conduzco sin soltar a Tomás hasta su oficina y dejo que llore. Aún no es capaz de articular palabra. No entiendo nada.

—Por favor, dime qué es lo que te tiene así...

Se separa, su cuerpo está completamente afligido y se apoya en su escritorio. Pego mis manos en sus mejillas y logro que me mire. No digo nada, sólo espero a que él suelte lo que sea que lo tiene así.

—Te acuerdas —habla suave—, cuando te conté que estaba buscando a mi papá —asiento. Me mira con ojos dolidos. Tomás, nunca conoció a su papá. Su madre siempre se lo ocultó. ¿Por qué? No lo sé, aún—. Siempre estuvo a mi lado. ¡Mierda! Y yo no lo sabía y ahora... Ahora no puedo hacer nada —le duele. Las lágrimas comienzan a salir de nuevo. Lo abrazo.

—Tranquilo. Desahogate, amor...

Se aferra a mi y suelta todo.

—Mi papá era Juan Carlos.

Cruel corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora