Siempre culpamos a los hombres por cómo hacen sufrir a las mujeres... Bueno, aquí hay una mujer que hizo sufrir desmedidamente a un hombre que la amaba con todo su ser, que se entregó completamente y que, sin embargo, ella desechó.
A veces pien...
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—Trini —escucho a lo lejos—. Trini, despierta...
Siento como suelta el cinturón de seguridad y abre la puerta. Apenas puedo abrir los ojos, tengo demasiado sueño. La puerta de mi costado se abrió y sus brazos me tomaron y con un poquito de esfuerzo, me cargaron. Escucho que la voz de Nani lo hace pasar y el calor de mi casa me relaja... No puedo pasar desapercibido lo cómoda que me siento en sus brazos.
—Trini, te dejaré en tu cama —lo escucho. Todo me dará vueltas. Niego y pasó un brazo por su cuello. Me acurruco. Suspira.
—¿Necesitas ayuda Simón? —escucho bien a lo lejos la voz de mi Nani.
—No Nani —está incómodo—, apenas pueda la dejo en su cama y me voy.
La puerta se cierra y vuelvo a sentirlo suspirar. No quiero salir de aquí, me quiero quedar en sus brazos.
Su pecho sube y baja, su corazón retumba rápido.
—Trini... —su mano toma mi brazo que le rodea el cuello.
—No... déjame, solo un rato —respondo apenas.
Se sienta, en la cama, conmigo. Me remuevo y dejo mi nariz en su cuello. Suspira pesado.
—No hagas esto...
¡Qué! Él se ofreció a traerme. Y no he hecho nada, maldito. Y maldito mi cuerpo que no me responde para salir de sus brazos... Es que tampoco quiero.
Mi garganta comienza a arder y dejo que un par de lágrimas empiecen a salir. Intento moverme, no puedo hacer mucho por mi misma. Simón me ayuda. Me logro sostener en mis pies, con èl enfrente afirmandome.
—Me... —cómo se lo digo, cómo se lo digo—. Puedes —arrastro las palabras un poco desorientada—. Necesito, quitarme el vestido...
—Eh, claro...
Sin soltarme, me rodea. Se demora, o soy yo que con tanto alcohol en el cuerpo no sé cómo está pasando el tiempo.
Siento que el cierre comienza a bajar despacio por mi espalda y se detiene justo al comenzar la cola. Me balanceo. Qué vergüenza mi estado. Al menos mi ropa interior la elegí bien... No debería pensar en eso. No debería estar él conmigo en esta situación. No debería... Su dedos rozan mi espalda casi por casualidad y toman el vestido para empezar a bajarlo. Me tenso y mi respiración se acelera. Un montón de imágenes se pasean por mi mente de tantos momento que vivimos... El vestido, junto con sus manos pasan por mis caderas, dejandome solo en ropa interior frente a él.
—¿Puedes... levantar los pies?
Asiento. Me afirmo de sus hombros, ya que está agachado a mi lado. Levanto una pierna, me quita un tacón y corre el vestido. Bajo de inmediato unos diez centímetros. Y hacemos lo mismo con el otro. Cuando él se levanta aprovecho de quitarme el par de pinches que llevo en el pelo y este cae suelto, por fin.