Nota 10

102 20 14
                                    

Escrita en computadora. Me llegó al correo electrónico.

Hoy tomé un café en el bar de Núñez, estaba cerca y con nostalgia. Ese lugar esta cargado de una energía extraña, metafísica. Quizá porque ahí empezó todo, después del taller. Donde una vez nos quedamos cuando ya todos se habían ido. Y después otra vez, ya sin hablar tanto de libros. Y otra más, con la excusa de un trabajo que nunca existió. Hasta que se hizo costumbre. Tenía un libro de Bukowski abierto en un cuento, parecía que lo estaba leyendo pero en realidad mis ojos estaban quietos en un verso hacía unos cuantos minutos, mi imaginación volaba distante hacía un terreno irreal, donde todavía no nos conocíamos. En mi ensoñación somos más jóvenes, llevamos mochilas de estudiantes y vamos por la calle con una pausa leve, casi como turistas. Cuando pasamos uno al frente del otro nos miramos pensativos, buscando resolver si nos conocemos, pero cada uno sigue su camino y nos damos las espaldas. Al llegar a la esquina todavía estoy pensando si te conozco, y sin dar la orden, mi cuerpo entero se da vuelta y veo que en el medio de la cuadra vos también giras. En ese mar de personas apuradas somos sólo dos pececitos quietos y asustados, con la mirada clavada en el otro. Nos vamos acercando lentamente sin quitarnos los ojos de encima. Como si fuéramos depredadores. Pero evidentemente sin serlo porque cuando estamos a un metro de distancia nos damos un abrazo, en completo silencio. Siento que estuve buscando ese abrazo toda la eternidad. Y que ahora el misterio concluye felizmente en esta vida. La gente de nuestro alrededor se ha vuelto diminuta, como hormigas. Seguimos en silencio pero ahora agarrados de la mano y caminando confiados en la intuición. Ni una palabra hace falta decir. De hecho, no sé si podemos hablar con palabras en ese nivel. Finalmente llegamos a este bar y nos sentamos en nuestra mesa. Te veo a los ojos y descubro un mensaje secreto. Somos nosotros hace unos años, eligiéndonos. La piel se me eriza y vuelvo al libro de Bukowski que tengo en mis manos. Siento que alguien me está mirando, veo por la ventana que la lluvia no ha frenado y entonces te descubro afuera debajo del paraguas, con la vista fija y curiosa en nuestra mesa. Estoy todavía sumergido en el poder de la anterior ensoñación cuando me surge el impulso de salir afuera. Lo freno de golpe al ver que corres la cara hacia el frente y seguís caminando. Detrás tuyo viene tu marido hablando por celular.

Me quede quieto viendo como desaparecía tu figura bajo la lluvia. Volví enojado al maldito Bukowski para olvidarme de todo hasta mañana. Pero ya ves que no pude.

Notas en el refrigeradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora