Nota 4

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Escrita a máquina en su casa. Para camuflarla la metió en un sobre de rentas municipales y la dejó en el buzón.

Mirá mujer, espero que no te ofendas, ni te sientas invadida, pero como dijiste estar enamorada y me besaste en la playa sin temor a que nos vieran, me siento con la libertad de hacer un reclamo. Seré breve y claro:

No puedo vivir sin vos catorce días.

Hago malabares seis días a la semana, acepto que la vida es una tirana injusta, y me arreglo con un séptimo de vos. Esa fracción que nos define. Es decir, de siete días sólo te tengo uno. Lo acepto porque sé a ciencia cierta – y en esto Einstein me apoya – que el tiempo es relativo, y que ese día juntos dura más que el tiempo separados. Sé que unos minutos a tu lado valen por todo el tedio de la semana. Lo acepto porque todavía no encontramos una salida. Tengo la fe puesta en que ya va aparecer algo. Me digo que ya se nos va iluminar el mapa. Pero mientras eso llega, te pido que no vuelvas a cancelarme un sábado. No te metas con nuestro día. Porque no puedo dar la vuelta entera a la semana sin tenerte al menos ese rato.

Espero que sientas lo mismo. O que sea peor. Ojalá me digas; no puedo cruzar esos seis días. Y estés angustiada, sin dormir, girando incómoda en la cama. Y entonces pienses y maquines hasta encontrar una salida.

Es broma. La verdad es que no quiero eso. Es solo humor negro. El humor es mi táctica para sobrevivir a esta horrible sorpresa que hoy estás con él. Fingiendo.

¿Por qué vivimos fingiendo? ¿Fingiríamos si conociéramos que ya estamos muertos? Esa es la única certeza que tenemos. Más temprano que tarde desaparecemos. Y todo lo que dejaste de hacer te pesa en el paso, como el temor de un escritor frustrado que mira las hojas en blanco de lo que pudo ser y no fue.

No quiero ser ese. Me nace en este instante un brote de honestidad. Quiero sentar a los chicos en la mesa y decirles; papá los ama, pero ya no puedo estar más con mamá. Y me voy. Pego portazo. Si fuera fácil como escribirlo... Aunque si vuelve a pasar otro sábado sin verte ya no sé de qué sería capaz.

Tal vez lo hiciste a propósito. Sé que no te gustan esas actuaciones. Preferirías hablar. Y por eso me gustas tanto. Pero me refiero a que quizá tu inconsciente está hablando con el mío. Para mostrarme lo mucho que te necesito. Para despabilarme me hace pasar un sábado de los nuestros en soledad. Con decirte que saqué del ático la máquina de escribir para sentirme menos solo. El sonido de las teclas es hermoso. La voy a llevar a tu departamento. Te la voy a regalar con moño y todo, a ver qué excusa le inventas. A mi sí me gustan las actuaciones.

Por eso ahora termino esta nota, la meto en un sobre de servicios, me voy a tu departamento y la dejo en el buzón. Estoy jugando con el destino. Hay una posibilidad entre miles de que tu marido la agarre, la lea y se entere de tu amante. Pero no lo creo. "Él nunca abre los sobres" dijiste una vez. Esa tarea es tuya. Vamos a comprobarlo. También existe la posibilidad de que me lo encuentre en el ascensor, en el pasillo, o dejando el sobre en la puerta. Desconozco que pasaría entonces. O puede ser que te enojes y te enfades conmigo. Y me mandes al carajo. Pero no lo creo. Va ocurrir que el lunes, cuando encuentres esta nota escondida entre el resto de cartas, la abras con sorpresa y te agarre un susto. Me putees por lo bajo. Después  sonrías y reflexiones sobre lo peligroso que soy. Me vas a decir que me pase de la raya. Y te voy a dar la razón, pero te voy a recordar que vos empezaste. 

Todo esto va dirigido a tu inconsciente; entendí tu mensaje, quedó demostrado que te necesito. Soy adicto a vos. Ahora no más juegos con nuestros sábados que son sagrados.

Y si por casualidad él abre el sobre, lotería, juega el universo. Resolveremos de otra manera. Improvisaremos. Pero de cualquier manera algo tiene que quedar claro: los sábados sos mía.


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A mis lector@s les agradezco cuando dejan sus propias notas en los comentarios. Ni hablar cuando vienen con votos y recomendaciones. Los leo y aprecio mucho. Abrazo

Notas en el refrigeradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora