Nueve

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Si eres policía, estás muchas veces en la cuerda floja, a punto de morir.
Se supone que va en el sueldo, sí.
Cuando sales de la academia te dan el pack completo: una pistola, una placa y 800 maneras de jugarte la vida por ella. Pero, luego, cada uno tiene que aprender a qué huele su propia carne achicharrada por la gasolina, esposada junto al amor de tu vida. A saborear el humo del fuego cuando llena sus pulmones y a escuchar el chasquido de su clavícula al hacerse astillas.
Después de muchos años en el cuerpo, una aprende a mirar de frente a la muerte.
Lo malo es que la muerte no siempre viene de frente.

Daniela y yo llevábamos ya un buen rato dando golpes a la columna, tirando de las esposas, tratando de soltarnos como fuera, pero nada resultaba.
Y estaba sucediendo lo que nunca imaginé y lo que nunca la vi hacer: Se había rendido. Simplemente había apoyado la cabeza en la columna y cerrado los ojos, respirando hondo.
Cogí el cuchillo y traté de serrar el metal de alguna manera, pero probablemente me llevaría horas conseguir algo y no disponíamos de ese tiempo.

- ¡Merda!

Grité desesperada, dejando el cuchillo en el suelo nuevamente y dándole un golpe a la columna con mi mano libre. Miré a Daniela, esperando alguna reacción por su parte, pero nada. Parecía petrificada, muerta en vida.

- ¡Haz algo! ¡Di algo!

Pero mis gritos no sirvieron de nada, ella ni si quiera me miró. Instantes después, fue ella quien cogió el cuchillo y se rajó la camisa.

- Vamos a hacerlo, Eli

- No, no, no –Negué al instante, mientras se quitaba del todo la camisa con su única mano libre.

- Sí

- ¡No!

- Es un corte limpio, ¿sabes?

- ¡Que no, Alexandra! ¡Para!

- Es justo aquí –Continuaba ella, señalando la zona superior de su abdomen, cerca de los riñones- Diez centímetros, más o menos.

- ¡Estás enloquesiendo!

- Mira... -Yo continuaba negando con la cabeza- ¡Elettra, mírame! –Gritó, consiguiendo incluso que me sobresaltara- Esto va a doler mucho y es probable que me desmaye, así que tienes que ser muy rápida –Lo único que yo hacía era negar con la cabeza, sintiendo un pánico que me recorría el cuerpo- Tienes que coger la llave, aunque sea desagradable. Sacarla, tapar con mi camiseta y apretar con tu cinturón, para intentar que pierda la menor sangre posible, ¿está bien? Después llama a una ambulancia.

- ¡No puedes pedirme esto, Daniela! ¡No! –Volví a gritar, mientras algunas lágrimas salían ya de mis ojos.

- Tienes que ser rápida, cariño –Dijo, acariciando mi mejilla izquierda- Confío en ti, así que confía en mí.

Sin más, agarró el cuchillo apuntando a su abdomen, temblorosa pero lo más firme posible.

- Vale, voy.

- Alexandra, mírame. Por favor, mírame, para.

- Elettra–Me llamó, deteniendo un momento su acción y mirándome- Tú sabes que eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, ¿verdad?

Solo pude asentir con la cabeza, las palabras eran incapaces de salir de mi boca. Ella me dedicó una sonrisa, esa sonrisa tranquilizadora que siempre sabía poner en situaciones como estas. Y, con rigidez, volvió a llevar el cuchillo a su abdomen.

Blumettra | LímiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora