Diez

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Toqué la mesa por debajo, sabiendo que Elettra había dejado algo. Entonces, encontré el imán con la llave y no pude evitar sonreír. Mientras, don Ferruccio buscaba en su bolsillo el móvil para permitirme llamar a mi abogado.
Me pidió que le dijera el número y, mientras se lo dictaba, introducía la llave en las esposas, por debajo de la mesa, muy silenciosamente.
Una vez marcado el número, el comisario colocó el teléfono en mi oído.

- Señor abogado, llamo para decirle que no estoy nada contenta con sus servicios.

- Ah, ¿no? –Su maravillosa voz sonó al otro lado de la línea- Pues se puede buscar otro, google está lleno de abogados –Sonreí al escuchar su risa- Aunque no creo que ninguno le ofrezca unos servicios como los míos.

Por supuesto no había llamado a ningún abogado, había llamado a Elettra, a su móvil prepago por el cual es imposible que detecten la llamada ni el propietario del teléfono.

- En eso tiene razón –Mientras hablaba con ella, me liberaba de las esposas lentamente y sin hacer ruido- Nunca he conocido a un abogado que saque a sus clientes antes a la calle –Después de que pronunciara esa frase, el comisario y Aída me miraron extrañados- Bueno, ¿cómo me declaro? ¿Inocente o culpable?

- Di la verdad, di que te declaras enamorada.

Volví a sonreír, ya con mis manos liberadas y las esposas en las manos.
Respiré hondo y los miré.

- Lo siento, don Ferruccio.

- ¿Qué?

Este era el momento. armados

- Esto.

En un rápido movimiento, lancé el portátil al suelo y levanté la mesa, empujándola sobre ellos y consiguiendo derribarlos.
Abrí la puerta de la sala de interrogatorios y eché a correr, lo más rápido posible. Pero en cuanto salí, encontré dos policíasarmado , uno a la izquierda y otro a la derecha, apuntándome.
Miré al frente, tenía la escalera a solo unos pasos, aunque llena de gente. No lo dudé un segundo, creía que eran incapaces de dispararme después de tantos años siendo compañeros, así que corrí y, apartándolos, llegué hasta el final de la escalera.
Estaba rodeada, había policías a todos los lados y esos no eran compañeros míos, sino agentes del CNI, quienes no iban a dudar ni un segundo apretar el gatillo antes que dejarme escapar.
Me vi en la obligación de llevar a cabo uno de los movimientos que nos enseñaron en la academia: le golpeé el abdomen a uno de ellos para desamarlo, lo agarré del brazo y le coloqué delante de mí, apuntándolo a la cabeza con la pistola, usándolo de escudo.

- ¡Quieta Daniela! – Gritaba Ferruccio desde el piso superior de la comisaría, apuntándome con el arma, con la comandante a su lado.

- No nos obligues a disparar –Mientras Aída me amenazaba, yo analizaba todo mi alrededor, buscando la salida más fácil.

En el piso de arriba, junto a una columna y, simplemente observando la escena, vi a Elettra. Tensa, preocupada, triste.

Apunté al techo y comencé a disparar, provocando que los ciudadanos, asustados, comenzaran a gritar y a correr.
En ese momento, Tonino salió de uno de los despachos, corriendo y sorprendido. Eso consiguió distraerme y mi rehén se aprovechó. En un ágil movimiento, realizó la técnica de seguridad ante casos como estos y me desarmó, haciéndome caer al suelo.

Comenzamos, entonces, una pequeña pelea.

Tras recibir varios golpes y por simple suerte, pues él era mucho más fuerte que yo, conseguí salir victoriosa. Intenté echar a correr, pero Tonino me detuvo, mientras Ferruccio pedía calma y silencio desde el piso de arriba.

Blumettra | LímiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora