01.Padre.

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Dicen que los hijos llegan al proceso de convertirse en adultos cuando matan al padre. Que para seguir su camino tienen que dejar a un lado a las personas que los han guiado hasta que ya no los necesiten más.

Pero Tord no sabe si matarlo de verdad o aguantar respirar el mismo aire que él.

...

Todo empieza en el pueblo natal de Tord, en noruega.

Él era un hijo bastardo, no conocía a su padre y poco le importaba. Era felizmente criado por su madre en esa provincia donde todos se conocían entre sí.

De niño era muy travieso. Se escapaba de todas su responsabilidades, como la escuela, su tarea, ordenar su cuarto, hacer las compras. Era divertido y no podía evitarlo.

La sensación de una ligera libertad soplar sus cabellos despeinados en forma de pequeños cuernitos mientras corría por las colinas que pintaban todo el escenario de donde vivía, la ardiente picazón en sus calcetines por las hierbas secas que crecían en su sendero, las picaduras de abejas al ser perseguido, el sol que bronceaba levemente su piel. Todo era increíble y placentero para su pequeño corazón lleno de vida.

Era maravilloso para su mirada inocente, desde una cima redonda y natural, conocer todo lo que quería conocer.

Un cielo que a veces tiene nubes y a veces no.

Pero un día, con tan sólo 8 años, unos vehículos lujosos habían llegado y con ellos crudeza en las llantas llevaban y eso Tord lo presentía.

De esos fuertes y gentiles momentos de placer en sus pulmones, corrió todo lo que sus cortas y regordetas piernas le permitieron a su casa, para asegurarse que su madre estuviera sana y salva.

Por un costado del lugar, observó que toda la gente que conocía como vecinos eran reunidos en el centro de la villa.

Como cerdos a un matadero.

Tord se había logrado escabullir sin ser visto por esos invasores raramente uniformados a su parecer. Para cuando llegó a su casa, observó con miedo como sujetaban a su madre del cabello con brutalidad y era obligada a salir del hogar mientras ella maldecía a todo pulmón.

No era forma de tratar a una dama según sus enseñanzas.

- ¡Mamá! – gritó con pánico, haciendo que la nombrada y el hombre se giraran.

- ¡Tord, huye! – gritó de vuelta.

Una sensación de frío recorrió su cuello y pecho al ver que en el cinturón del hombre que apresaba a su progenitora había un arma de fuego. El mundo pareció acercársele con suspenso.

Sintió el mismísimo terror recorrer su columna de un solo rasguño, importándole una mugre el que fuera tan sólo un niño.

Sus labios temblaron y decidió hacerle caso a su madre.

Pero hubiera sido muy bueno para ser verdad el escapar.

Su cara había chocado con un estómago como el acero cuando giró con el objetivo de correr, haciéndole doler la nariz y que las lágrimas empezaran a salir con inconciencia - ¿Ein kind? – escuchó lo que le pareció un balbuceo proveniente de una grave e imponente voz.

Sus ojos claros chocaron con la dura expresión de un hombre de cara cuadrada, de ojos igual de claros y uniforme.

Su vista estaba muy nublada, entre el miedo y el dolor.

Las sensaciones dejaron de ser de utilidad cuando fue llevado al mismo lugar que las personas del lugar.

Su barbilla fue levantada con una extraña delicadeza por unos dedos toscos y sus acuosos ojos chocaron con unos serenos.

Vio con perturbación la leve sonrisa del hombre con el que había chocado.

El hombre lo tomó por los hombros y lo guió a uno de los autos en los que habían llegado aquellos intrusos de prosperidad.

El niño veía como los demás niños de su pueblo eran llevados a una camioneta mientras daban hipidos y lloraban abrazados unos a otros por el miedo, el cual se le contagió también a Tord.

En un impulso enormemente mortal, se dio vuelta, quitando las manos del hombre sobre su cuerpo.

Corrió a la multitud de adultos que miraba con desespero y miedo a sus hijos, hermanos, sobrinos, nietos. Dónde su madre se encontraba.

La mujer lo vio, e inmediatamente corrió en su dirección, arrodillándose en el camino por lo que terminó raspándose las rodillas.

Tord se lanzó directo al pecho de su progenitora para acurrucarse con rapidez. Estaba temblando y las lágrimas mojaban la blusa de la mujer. Se alejó un poco para ver a su madre, como cada vez que sentía un monstruo bajo su cama, la cual le sonrió falsamente, importándole poco que su hijo supiera que hacía un gran esfuerzo en alzar sus comisuras.

Los ojos de su madre demostraron terror a algo detrás de él, por lo que él se intentó girar pero su madre lo evitó tomándolo de las mejillas.

- Por favor, por favor Tord, obedece aunque lo detestes, escucha aunque no quieras, no te niegues a nada hasta que no aguantes más, pero sobre todo no olvides que te amo. – habló rápidamente, mientras su pequeño negaba con la cabeza al notar que eso era un cruel despedida.

La madre iba a darle un último beso pero unas rosas rojas en su frente brotaron más rápido y los pétalos mancharon el claro rostro de su hijo.

Su última expresión fue congelada.

Tord se quedó sin respirar, pestañear y su corazón había detenido sus latidos por unos segundos.

En lo más profundo de su mente y voluntad, algo se quebró y ahogó un chillido desgarrador.

- Ma... - no pudo pronunciar bien, sus cuerdas vocales fueron bloqueadas. Un pitido se instaló en sus tímpanos, mientras era arrastrado por su brazo.

Lo peor fue ver el cómo el cuerpo inerte de su progenitora caía sin delicadeza en el suelo y el cómo algunas personas se encogían temerosas y otras se querían acercar, siendo interceptadas por hombres armados.

Sus claros ojos chocaban con el piso de cemento, hasta el piso del vehículo en el que fue arrastrado nuevamente.

Los pequeños pies del niño quedaron colgando y sus uñas llenas de mugre tironeaban del asiento.

Sus cabellos fueron acariciados por esos dedos que habían apretado el gatillo que regó las flores más horrendas que había visto.

Su regordeta mejilla, cubierta por un parche de un color similar a su piel, fue alzada con un poco de brusquedad y las gotas rojas en su cara fueron limpiadas con un pañuelo, áspero bajo los poros del menor.

- Ich bin dein Vater jetzt. – pronunció con una diminuta sonrisa el hombre, recibiendo una mirada vacía de parte del niño.

El acento del hombre era similar al suyo, pero desconocía totalmente su vocabulario.

Sólo atinó a asentir, aunque no entendía lo que estuviera diciendo y aguantaba con todas sus fuerzas el deseo de la expectativa de una venganza.

Minner Foran [TomTord/TordTom]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora