Un beso con sabor a te de melocotón helado

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André'POV:
Cuando aquella chica se fue, fui directo hacia la casa de mi tía, en el casco viejo de la cuidad. Me apetecía escuchar música, así que me puse los auriculares y empecé a escuchar música. Estaba sumergido en mi mundo hasta que tropecé de nuevo, pero esta vez con un chico.
–Joder, lo siento. Es la segunda vez este día en la que me tropiezo con alguien. ¿Estás bien?
Me fijé en el. Era alto, moreno, con unos ojos café y con unos auriculares colgados en su cuello.
–Si, gracias.–sonrió.
–¿Cómo te llamas?
–Alejo, ¿y tú?
–André, encanado.
–Igualmente.
Nos miramos y empezamos a reírnos. Me agradaba este chico, la verdad.
–Si quieres puedes venir a casa de mi tía, trabaja hasta tarde en un bar. Si quieres te invito a algo, por las molestias.
–Suena bien.
Sonreí, y nos dirigimos a casa de mi tía.  Mientras hablábamos recorrimos las calles hasta dar con la casa de mi tía. Saqué las llaves y abrí la puerta del portal.

Alejo'POV:
André abrió la puerta de su portal. Aquel portal era muy viejo, me gustaba. Le daba un toque siniestro y a la vez bonito. Como el edificio era viejo no disponía de ascensor, así que empezamos a subir las escaleras. Eran tan viejas que crujían. Piso a piso llegamos a la puerta de aquella casa. Sacó una llave más vieja y abrió la puerta. La casa no era ni muy moderna ni muy antigua. Estaba bien la verdad.
–Siéntate en el sofá si quieres.
Asentí y me senté mientras André sacaba algo para beber. Sentí unos pasos y vino con dos vasos.
–¡Té de melocotón helado!
Oh. Dios. Mío. Me encantaba aquella bebida. Sonreí y cogi un vaso.
–¿Cómo sabias que me encantaba el té de melocotón helado?
Abrió los ojos como platos.
–No se, a mí me gusta mucho y tal vez te gustaba. Aún así me alegro de que te guste.
Se levantó y por desgracia se tropezó otra vez conmigo y nos manchamos con aquella bebida. Empezamos a reírnos.
–Dúchate si quieres, no creo que quieras estar pegajoso el resto de la tarde.
–Gracias.
Nos reímos otra vez. Iba a entrar al baño pero me detuvo.
–Si no te importa nos duchamos juntos.
Lo miré extraño, se me hacía raro ducharme con una persona más o menos desconocida.
–¿Que? Total, tenemos lo mismo.
Me lo pensé y dije que si.
Una vez en la ducha me resbalé pero André me sujetó a centímetros del suelo. Me quedé embobado mirándolo. Tenía unos preciosos ojos verdes, un pelo ondulado y brillante y un torso más o menos marcado.
Me sonrió y salimos de la ducha a su cuarto.
–Si quieres te dejo ropa, no creo que quieras estar pegajoso otra vez.
–Jaja, enserio gracias. Estás haciendo mucho por mí.
Abrió el armario y yo me fui a quitar la toalla, de pronto me di la vuelta y nuestros labios se juntaron por accidente. Me sonrojé al igual que él. Tan solo nos empezamos a reír. Hubo un incómodo silencio, hasta que nos miramos y como de imanes se tratase nuestros labios se juntaron en un cálido beso con sabor a té de melocotón helado.

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