«Desolación y tristeza»

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•Walkyria•

La noche había caído, finalmente y el frío aumentaba. Estábamos en el bosque, dispersos, ocultos tras los árboles esperando el momento para atacar. Teníamos la oscuridad a nuestro favor.

Nereida había llegado minutos antes preguntando por la traidora de Louis, si supiera todo lo que ocurrió mientras no estuvo, seguramente estaría tan enfadada como yo. Ya luego la pondría al tanto.

Como Eduard afirmó, los orcos y gigantes estaban aquí, escondidos bajo la espesa nieve.

-¿Cómo te sientes? -Pregunté a Andrew de soslayo. A él y a mí nos tocó estar juntos.

Los recuerdos del beso que nos dimos hace horas permanecen en mi mente, reproduciéndose, una y otra vez. Me sentí un poco aliviada al saber que no éramos familia, de lo contrario el beso hubiera sido un completo error.

¡Eso soñó terrible! Deja de pensar en tonterías y escucha lo tiene que decir.

-Bien, sinceramente no me importó saber que ese hombre no era mi padre. En los pocos años que estuvo nunca fue bueno conmigo y luego de desaparecer, Dimitri y yo nos criamos solos -Respondió mirándome fijamente, sus ojos verdes brillan en la oscuridad.

Rogaba por mi salud mental que dejara de mirarme de esa manera.

Concéntrate Walkyria.

-Comprendo -Fue lo único que pude pronunciar. Él apartó la mirada de mí para luego dejar escapar una risita mientras negaba con la cabeza.

¿Acaso estaba burlándose de mí? Ya veremos quien ríe de último.

Me coloqué sobre las puntas de mis pies y deje un pequeño beso en su mejilla, él se giró para verme sorprendido. Sonreí triunfante.

De improviso, el suelo comenzó a temblar, indicando que los humanos estaban cerca. Malditos, los tomaríamos por sorpresa. El ruido que producían los tanques era ensordecedor.

-Están aquí - Susurró Ethan desde el árbol contiguo - ¿Listos?

-Listos -Respondimos todos al unísono.

Corrimos hacia ellos y una lluvia de proyectiles nos recibió, evitando que nos acercaramos. Trato de esquivar las balas y me oculto, de momento, detrás de un árbol. Mi respiración está agitada.

-¿Te encuentras bien? - Pregunta Eduard examinándome de pies a cabeza.

-Sí, llama a los lobos y leones de las nieves -Él asiente para después irse.

-¿Dónde están los orcos cuando se les necesita? -Musité a la nada.

Y como si mis palabras fueran mágicas, estos salieron del suelo provocando una tormenta de nieve. Los humanos estaban boquiabiertos.

Reí internamente. Idiotas.

Arrojaron granadas en dirección a los orcos y estos ni se inmutaron. La onda expansiva me alcanzó provocando que saliera volando y que luego cayera estrepitosamente en la nieve.

Auch, eso sí que dolió.

Los monstruos apartaban con sus inmensas manos a los humanos lanzándolos por el aire. Aprovecho la oportunidad y corro con mi cuchillo en la mano, haciendo cortes profundos en la garganta de todos los humanos que puedo. Uno tras otro caen en el suelo manchando la blanca nieve de color carmín.

Por unos segundos me distraigo y uno de ellos me sorprende tirándome al suelo frío, el hombre coloca el cañon de su rifle en mi frente. Cierro mis ojos instintivamente y cuando creo que voy a morir, nada pasa. Abro los ojos y veo que Eduard hace que el sujeto salga despedido para chocar contra el tronco de un cedro.

• Gemas del poder •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora