CAPÍTULO 21

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De repente entre tantas risas nuestras frentes se juntan, nuestras miradas se cruzan y nuestras respiraciones se aceleran. Einar roza mis labios con los suyos, una sensación extraña me recorre, mi piel se eriza y mi cuerpo tiembla.

- No puedo – giro la cabeza y me alejo todo lo posible, él me mira sin saber que decir – Lo siento – intento darle una explicación pero soy incapaz de mirarle – no estoy ... - no me deja terminar.

- No tienes que darme explicaciones, no debió pasar – vuelve a ser el hombre serio y frio de siempre.

Se levanta y da vueltas por la sala, noto como me mira pero no puedo enfrentar su mirada ahora, le veo llevar las manos a su pelo y pasarlas por su cara, sin duda alguna él también se arrepiente.

- Me voy a la cama, gracias por todo. – me alejo todo lo posible y corro hacia la habitación.

Me siento en la cama, mi cuerpo sigue temblando, ha despertado algo en mí que nunca había sentido. Rompo a llorar, me juré a mi misma no dejar entrar un hombre en mi vida, que nunca nadie me volvería a hacer el daño que me hizo Víctor. No sólo he faltado a mis propósitos sino que también a mis ideales, nunca he visto bien las relaciones entre compañeros de trabajo y mucho menos con los jefes. Pues bien aquí estoy yo, pasando el fin de semana en la casa de mi jefe, compartiendo comidas, películas, cenas a la luz de la chimenea y dando pie a que confunda mis intenciones.

Me duelen los ojos de tanto llorar, me tumbo hundiendo mi cabeza en la almohada, estoy convencida de que mañana cuando despierte podré pensar mejor.

¿Salgo? O ¿no salgo? Llevo un rato sentada en la cama preguntándome lo mismo. No sé como enfrentarle, como mirarle a la cara. Me siento avergonzada, tal vez yo provoque la situación sin darme cuenta. Pero en el fondo lo que más me aterra es volver a encontrarme con el hombre frío que conocí y que volví a ver anoche en la sala. No seas cobarde Carla. Sal ahí ahora mismo y actúa con toda la naturalidad posible, me digo a mi misma. Igual con un poco de suerte me encuentre con Becky, o con mucha suerte se haya ido a la oficina.

Salgo al pasillo y el olor a leña de la chimenea inunda mis sentidos. Lo veo de pie junto a los grandes ventanales y por su indumentaria no creo que tenga intención de ir a la oficina, lleva un vaquero claro desgastado y un jersey de lana azul marino.

- Buenos días – saludo con un hilo de voz. Se gira y me mira con arrepentimiento.

- Buenos días. ¿A qué hora sale tu avión?

- Esta tarde a las ocho pero ya tengo mis cosas recogidas y me marcho.

- Crees que vas a estar todo el día en el aeropuerto con este frío – afirmo esa era mi idea.

- Abrígate y coge tus cosas, nos vamos. – me ordena.

Einar conduce en el más absoluto silencio. No soporto la tensión, conecto los auriculares a mi teléfono y me pongo música, me relaja y me distraerá un poco. Noto como me mira de reojo y me sonrojo, realmente me siento muy avergonzada por lo que pasó anoche. Aparca pero no conozco el lugar, no estamos en la empresa ni en el aeropuerto.

- ¿A dónde vamos? – pregunto tímida.

- A desayunar ¿no tienes hambre? – dice pícaro, yo solo asiento - Pues vamos a desayunar y después voy a enseñarte un poco Copenhague. Para que al menos no sientas que has desperdiciado un fin de semana.

En el desayuno la tensión entre nosotros se palpa en el aire, él lee el periódico y yo me distraigo con el teléfono, revisando correos y dándole ordenes a Rubén.

PUNTO Y PRINCIPIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora