El soldado cayó al suelo con un grito de dolor. La flecha se había clavado con profundidad en su pierna y había empezado a sangrar. Se agarró el gemelo en un acto reflejo con una mano mientras que, con la otra, buscaba a tientas su espada. Antes de que le diese tiempo a encontrarla, una flecha le apuntaba directamente al centro de su cabeza.
– ¡Enya, no!– dijo Sheryl mientras corría hacia ellos.
– Pero, él te iba a matar– dijo sin apartar la vista del soldado
– ¡Mírame!– Enya desvió la vista para encontrarse con la mirada severa de su hermana. Poco a poco relajó los músculos dejando de dirigir la flecha a la frente del joven.
– ¿Cómo te llamas?– preguntó acercándose al soldado e ignorando el gesto protector de su hermana.
Con una mirada de asco, escupió a los pies de Sheryl. En un segundo, el soldado volvía tener una flecha apuntando a su frente. Esta vez el soldado miró a Enya directamente a los ojos con una actitud desafiante, esta mantuvo su vista fija en aquellos ojos azules grisáceos. Por un momento se sintió perdida en aquellos ojos profundos como un mar en medio de una tormenta, hermosos y peligrosos al mismo tiempo. Un mechón de pelo negro como el tizón le caía sobre las tupidas cejas. Abrumada, cerró los ojos y sacudió la cabeza, gesto que el soldado aprovechó para intentar coger la espada que se encontraba a poca distancia. Antes de rozarla siquiera con la punta de los dedos la punta de la flecha le rozaba el entrecejo.
– Ni lo pienses. Tu nombre, ¡vamos!– ordenó amenazante.
– Ronan, me llamo Ronan– admitió tras unos segundos.
– ¿Qué estabas haciendo aquí?– preguntó amablemente Sheryl.
– Responde– dijo Enya apremiante. Tras unos segundos mirando de forma evaluadora a las dos hermanas, decidió que era mejor hablar.
– Me perdí, estaba con mi brigada haciendo una ronda por el camino real, nos acercamos demasiado al Bosque de Frenhine. Yo no quería cruzar la frontera, se siente una especie de energía extraña, me dio un mal presentimiento. Avisé a los demás, pero no me hicieron caso, ni siquiera mi compañera me hizo caso aunque por su mirada diría que tampoco le convencía ese lugar. Cruzamos la linde del bosque y fue entonces cuando empezó la tormenta. Fue tan repentino– dijo todavía impactado– en pocos minutos el cielo se puso totalmente negro, el viento soplaba violentamente a nuestro alrededor y una ráfaga de agua caía de forma constante impidiéndonos ver nada mas allá de nuestras narices.
Mientras el joven soldado hablaba, Enya se sintió transportada a esa noche cuando aquella visión provocó aquella violenta tormenta. Aunque, ahora tras escuchar la versión del soldado se preguntó si en vez de la visión hubiese sido la invasión de aquellos soldados lo que desencadenó la tormenta. Probablemente nunca llegase a averiguarlo.
– ¿El bosque de Frenhine?– preguntó Sheryl curiosa.
– Es el antiguo nombre que se le daba al bosque de las reinas. Abarca el terreno protegido por la Arcana, hace bastante que lo dejamos atrás.
– Pero si no hemos salido del bosque– dijo la hermana sin comprender.
– No es una frontera física– comentó escuetamente– pocos saben dónde está, ¿cómo lo sabías?–preguntó al soldado.
– Lo leí en algún sitio– dijo rápidamente bajando la mirada. Enya sospechó que no era verdad, pero decidió dejarlo correr por el momento. Estaba más interesada en saber cómo las había encontrado.
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Las crónicas de Eyre: El legado de los dioses
FantasyHace ya 19 años que en el reino de Eyre está prohibida la magia. Cuando la esposa del rey fue secuestrada por un grupo de druidas este se volvió loco y persiguió a todo aquel que la practicase. Los pequeños grupos de brujas y druidas que quedaron de...