-¡Redada!
Todos quedaron petrificados al escuchar los golpes que hacían retumbar la puerta.
-¡Abran la puerta!
Tras unos segundos en los que el mundo parecía haberse detenido, todo volvió a ponerse en marcha. Meredith cogió del brazo a las hermanas y las arrastró alejándolas de la puerta.
-¡Vamos! ¡Por atrás! ¡Rápido!- dijo Mer entre susurros.
Las dos hermanas, seguidas por el soldado, se apresuraron a cruzar la puerta semi oculta en la cocina que Meredith señalaba con urgencia. Aparecieron en un oscuro y húmedo patio. Los muros que lo delimitaban, pertenecientes a las casas vecinas, no tenían ventanas por lo que quedaban ocultas de miradas indiscretas.
-No salgáis hasta que venga a por vosotras- ordenó Meredith antes de cerrar la puerta con cuidado y dirigirse hacia la puerta.
Allí atrás no podían saber que ocurría. Al principio no se escuchaba nada. Minutos más tarde, cuando los soldados por fin entraron en la casa, se escucharon golpes como si estuviesen poniendo toda la casa patas arriba buscando cualquier pista que les revelase algo.
-¿Dónde están?- escucharon de forma amortiguada a través de la pared de ladrillo.
-No sé qué buscáis, pero aquí no encontrareis nada.
-No nos mientas, sabemos qué eres- dijo una voz diferente a la que anteriormente se había dirigido a Meredith.
-¿Y eso es excusa para entrar así en mi casa?
-Eso, y que alguien ha informado de que 3 desconocidos que rondaban por el pueblo han entrado a esta... ¿la has llamado casa?- dijo uno con un tono de desprecio.
-Y, adivina- intervino el otro interlocutor- ningún soldado de la muralla ha permitido el paso de viajeros en las últimas horas.
Durante un momento no se escuchó respuesta pero, tras un grito ahogado y un golpe seco se volvieron a escuchar golpes y chirridos de los muebles siendo arrastrados por el suelo.
-¿Qué hacemos?- pregunto Enya.
-¿Qué quieres hacer? Si salimos nos cogerán y, ¿cómo pretendes explicar por dónde hemos entrado al pueblo? ¿Quiénes somos? O lo peor, ¿Qué vamos a decir de él?- dijo señalando al Ronan.
Enya lo miró calculando sus opciones. El soldado ajeno a la mirada acusadora de la pelirroja tenía la vista perdida intentando captar algún sonido del interior del edificio.
-No podemos dejarla ahí, ¿y si se la llevan? Sería nuestra culpa. Voy a entrar, tú puedes quedarte aquí con él- determinó levantándose con decisión. Se volvió hacia la puerta pero una mano le agarró con fuerza del brazo deteniéndola. Se volvió furiosa y se sacudió intentando liberarse de su agarre. Ronan la miró con severidad y se llevó un dedo a los labios indicándole silencio. Enya se detuvo para descubrir que los golpes habían cesado. Agudizó el oído intentando identificar cualquier señal que revelase la presencia de los soldados en la casa. Al no escuchar nada decidió entrar.
-No entréis hasta que venga a buscaros- ordenó repitiendo las palabras de Mer- Cuídala, por favor- le pidió al soldado. Cuando el joven asintió solemnemente, se dio la vuelta y entró.
La cocina estaba destrozada, los pocos utensilios que poseía Meredith estaban desparramados por el suelo y en su mayoría rotos. El armario que tenía enfrente se inclinaba peligrosamente amenazando con bloquear la entrada de la estancia. Antes de continuar, enderezó el mueble apoyándolo contra la pared.
ESTÁS LEYENDO
Las crónicas de Eyre: El legado de los dioses
FantasyHace ya 19 años que en el reino de Eyre está prohibida la magia. Cuando la esposa del rey fue secuestrada por un grupo de druidas este se volvió loco y persiguió a todo aquel que la practicase. Los pequeños grupos de brujas y druidas que quedaron de...