Le despertó el ruido del chocar de alguna espada amortiguado por el sonido de unas voces hablando entre sí. Lo primero que percibió fue el penetrante olor a estiércol y orín que le hizo arrugar la nariz. Abrió los ojos y le sorprendió no reconocer el sitio. Descubrió, tras intentar ponerse de pie que se encontraba en atada a un poste en el centro de una austera carpa. Enya intentó soltarse, pero las cuerdas se le clavaban en la piel lacerándole.
La cabeza le daba vueltas y los recuerdos se entrechocaban en su mente confundiéndole. Solo tenía una cosa clara, Ronan las había traicionado. Ni siquiera podía decirse que fuera una traición, simplemente había jugado con ellas desde el principio. Las había manipulado a su antojo, les había hecho creer que podían confiar en el cuándo su plan era entregarlas desde el principio.
Lágrimas de frustración le recorrían las mejillas mientras pensaba. ¿Dónde tendrían a su hermana? ¿Podría rescatarla? Volvió a maldecirse por haberla dejado sola con el soldado. Algo en su interior le había hecho confiar en él. Nunca le había mortificado tanto el equivocarse en algo.
Por su culpa su secreto se había descubierto. Lo mejor que podría pasarles ahora seria pudrirse en una oscura y húmeda celda por el resto de sus días, pero, siendo quienes eran dudaba de tener esa suerte.
Lamentó haber salido del bosque. Si no lo hubiese hecho, tía Mai aún seguiría viva, los soldados nunca hubiesen incendiado el pueblo y ella seguiría sana y salva en su cabaña del bosque.
—Por fin te has despertado— dijo suavemente una voz a su espalda. Enya se irguió a la defensiva al reconocer la voz de Ronan. —Te he traído agua, debes estar sedienta.
Hasta que el soldado no lo dijo en voz alta la joven no fue consciente de las ganas de beber que tenía, sin embargo, el orgullo le impedía aceptar el ofrecimiento del soldado.
— Vamos, no seas cabezona, ¿Por qué actúas así?
Enya miró con furia al soldado sin poder creer que dijese eso. Ronan la miró extrañado hasta que comprendió lo que estaba ocurriendo.
—Piensas que lo que pasó en casa de la sirena es cierto— dijo riendo por lo bajo. —Era una farsa. Estaba fingiendo, era la única forma de sacar a tu hermana de allí.
—¡Mentiroso! — gritó Enya furiosa
— Chsss, baja la voz. Se supone que no debo estar aquí—
—Pues entonces vete— siguió gritando la pelirroja.
Rápidamente Ronan le tapó la boca con la mano mientras buscaba algo para amordazarla. La joven seguía farfullando intentando liberarse, pero no lo consiguió.
— Ya está bien Enya. No os he traicionado. Tu hermana está sana y salva con Meredith. Esta noche te ayudaré a escapar y os iréis del pueblo. Y ahora, hazme el favor de beber agua y comer algo. El soldado le quitó la mordaza y le volvió a acercar el agua a la boca y, una vez más, la pelirroja apartó la cara de un gesto.
— Muy bien, como quieras. — dijo Ronan a camino entre el enfado y la exasperación. —Peor para ti. — Terminó diciendo mientras dejaba el vaso en un pequeño mueble. Luego se dio la vuelta y avanzó hacia la salida. Antes de abandonar la tienda se volvió hacia la muchacha y le dijo.
—Probablemente vengan a interrogarte. Los soldados no se han creído mi historia y si no me han contradicho es gracias a mi rango. Si te preguntan, eres una bruja que atentaste contra el rey por venganza o por liberar a las brujas o no sé, el motivo puedes elegirlo tú. — Se volvió hacia la puerta.
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Las crónicas de Eyre: El legado de los dioses
FantasyHace ya 19 años que en el reino de Eyre está prohibida la magia. Cuando la esposa del rey fue secuestrada por un grupo de druidas este se volvió loco y persiguió a todo aquel que la practicase. Los pequeños grupos de brujas y druidas que quedaron de...