Capítulo 9

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El sol se estaba poniendo ya en el oeste y la temperatura había descendido varios grados. Apenas habían parado durante el trayecto y el cansancio había hecho mella en todos ellos. Sheryl había pasado de encabezar la marcha a quedar un poco rezagada. Enya, por su parte estaba agotada, llevaba demasiado tiempo sin dormir y se le caían los párpados. Hasta Gorwinth, que no había disminuido el ritmo en todo el camino parecía agotado. Viendo el estado en el que se encontraban Enya se detuvo y

-Creo que lo mejor será que paremos. No podemos seguir

En cuanto lo dijo Sheryl soltó un suspiro de alivio. Llevaba varias horas aguantando las ganas de pedir un descanso. Sabía que su hermana pensaba que era una débil y desde la discusión estaba decidida a demostrarle que estaba equivocada.

Enya se encargó de bajar a Ronan del caballo.

-¿No me vas a soltar las manos?

-No- dijo Enya secamente.

-Vamos, ¿en serio? ¿Vas a darme de comer a la boca?- dijo encarnando una ceja.

-¿Quién ha dicho que vas a comer?

-Enya...- dijo Sheryl reprendiéndole con la mirada.

-Está bien, está bien. Te las ataré por delante, así podrás comer ¿contento?

-Estoy en éxtasis- dijo sarcásticamente.

-Como intentes cualquier cosa...- amenazó

-Me portaré bien- dijo poniendo ojitos- lo prometo.

Como prometió, Ronan dejo que Enya le atara las manos otra vez sin rechistar. Cuando terminó, cogió los conejos y comenzó a quitarles la piel con la daga del soldado.

-¿Crees que podrías encender una hoguera otra vez?- le preguntó a su hermana.

-Podría intentarlo pero, ¿deberíamos? La última vez, el humo lo atrajo a él- dijo susurrando- ¿Y si esta vez atrae a alguien peor?

-Lo sé, lo sé, pero n podemos comer la carne cruda. Podríamos encenderla solo para cocinar y apagarla en cuanto terminemos. Aquí los árboles son más igual no se ve el humo.

-Está bien.

Aunque le costó bastante, Sheryl consiguió encender la hoguera antes de que su hermana terminara de preparar los animales. En cuanto terminaron de asarse apagaron la hoguera y se repartieron los trozos. Comieron con ansia ya que no habían probado bocado alguno en horas. Cuando quedaron totalmente saciados recogieron los trozos que sobraban y los guardaron. Además enterraron los huesecillos para evitar que les siguieran el rastro. Con el estómago lleno, el sopor se fue adueñando del grupo, que se recostó en el blando terreno y uno a uno fueron cayendo en el mundo de los sueños.

El frío toque de las gotas del rocío en su cara despertó a Enya la mañana siguiente. Una débil neblina se extendía por toda la superficie del bosque dejando a su paso una fría humedad que empapaba todo lo que tocaba

En ya se levantó y se frotó los hombros con las manos. A su alrededor todos seguían profundamente dormidos. Miró los restos de la hoguera de la noche anterior y deseo que estuviese encendida para poder entrar en calor. Se volvió una vez más para asegurarse de que tanto su hermana como el soldado estuviesen dormidos para llevar a cabo lo que tenía en ment

Se sentó con las piernas cruzadas frente a los restos de madera calcinada y amontonó varias ramas. Imitando a su hermana, extendió sus manos, cerró los ojos y se concentró. No sabía exactamente que hacer a partir de ahí. Pensó en el fuego, en su color anaranjado, el calor que emanaba y lo visualizó ardiendo frente a ella. Abrió los ojos esperanzada pero en el suelo seguían las ramas impasibles. Desilusionada, pensó en que había podido hacer mal. Intento recordar las clases de su tía, siempre le había dicho que la magia consistía en un pensamiento hecho realidad, por lo tanto, contra más exacto fuese el pensamiento más fácil sería proyectarlo en la realidad. Sin embargo, seguía sin funcionar.

Las crónicas de Eyre: El legado de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora