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—Es mejor que...que me vaya.

Mooh dio media vuelta.

—¿Pero qué...? ¡Mooh, dónde vas!

—A mi casa, ¿Dónde más?

—Acabo de decir que estoy enamorado de tí y ¿decides irte?–preguntó Julián, caminando tras ella. Mooh volteó hacia él.

—¿Y qué esperas que digas?

—Con un "yo también te amo" me era suficiente–comentó– pero si no es lo que sientes, pudiste haberme mandado a la friendzone y lo hubiera entendido. Pero esto de correr e irte, no me deja en ninguna zona.

Mooh suspiró y Julián se preguntó en qué pensaba.

—A veces no te entiendo, Mooh–dijo– eres como las propagandas de perfumes: complicadas de entender.

—¡Yo no te entiendo!

—¿No me entiendes? Pensé que fui totalmente claro–se rascó la nuca–¿Cómo explico que te amo?, ¿Debo besarte? ¿Así lo entenderás?

—Deja de bromear–Pidió ella.

—Lo digo en serio.

—Estas loco–comentó negando la cabeza, volviendo a caminar hacia su destino.

—¡Eso, vamos, huye como siempre!–exclamó Julián– no importa lo que pase, siempre te vas.

Mooh siguió caminando, ignorando las palabras de Julián.

—Luego no digas que tienes la dicha de perder a las personas que quieres, ¡Tú misma las alejas!

Julián se cubrió los ojos, frustrado. No entendía por qué Mooh no le daba siquiera una señal. No le decía que no y tampoco si, sino que se quedaba callada, pensando algo que él no podía adivinar.

No sabía si seguirla o no. Estaba cansado de tener que pedirle por favor que escuchara lo que tenía que decir y no fuera tan cabezota. Ni siquiera sabía que era lo que Mooh quería o esperaba de él.

Decidió caminar tras ella, de todos modos, debía llevarla a su casa. No podía permitir que se fuera sola, ya era de noche y las calles no eran lo bastante segura.

—Mooh, te llevo.

Mooh se lo pensó un momento y luego asintió. Tomo el rumbo contrario donde se encontraba el auto de Julián.

Julián caminaba a su lado. El parque estaba vacío y los focos ya empezaban a prenderse.

—¿Quieres mi campera?–preguntó Julián y Mooh negó. Él intentó no reírse, puesto que su orgullo no permitía aceptarlo. Tiritaba de frío y intentaba disimularlo.–Ten.

Julián se sacó su campera y se la tendió. Ella lo dudo un poco, pero luego lo recibió.

Llegando al auto, Julián preguntó:

—Si no sentís nada por mí, ¿por qué has correspondido cada beso que te he dado?

—Solo me has besado una vez.

—Dos veces–contó con los dedos– una en San Valentín y otra en tu casa.

Mooh abrió los ojos, sorprendida. Él recordaba aquel beso que ella había decidido ignorar.

—Estabas delirando.

—Pero lo recuerdo todo–dijo él– ¿Por qué no te alejaste cuando te besé?

—No lo sé.

—¿Cuando dejarás de responder siempre lo mismo?

—¿Cuando dejarás de hacerme preguntas incómodas?

—Solo intento comprenderte.

Los dos se quedaron en silencio y Mooh suspiró.

—Es que–habló luego de un momento– siento que tú solo estás confundido. Tal vez no me quieres si no que crees hacerlo. Y cuando te sientas así, te irás y soy lo bastante sensible para  soportarlo.

—¿Por qué siempre piensas que me iré?

—¡Por qué todo el mundo lo hace!–exclamó– mi padre me abandonó de niña y no quiso saber nada más de mí, perdí a mi abuela luego de un año, mi madre está demasiado enferma y sé que este cáncer la está matando a pesar de que ella diga lo contrario–una lágrima rodó por su mejilla–, soy consciente que algún día también te irás.

—Pero yo no me quiero ir, tú me alejas.

—Porque me estás haciendo sentir cosas que no quiero sentir–justificó–. No quiero que me gustes. No quiero extrañarte ni pensarte. Sin embargo lo hago, y por eso creo que sí te vas ahora, no me va a doler tanto.

Julián se sorprendió al escucharla. Había admitido que sentía algo por él y eso lo aliviaba por una parte, ya que no era el único que tenía sentimientos encontrados por el otro.

Él seguía parado ahí, sin saber qué hacer o qué decir. Mooh lloraba en silencio, pegada a la puerta del auto.

—Dame una oportunidad para demostrarte que estás equivocada.–habló finalmente Julián.

Mooh negó.

—No, has perdido la cabeza…–Julián la interrumpió.

—Escúchame, Mooh–tomó aire– sé que me he comportado como un idiota todo el tiempo. Quiero decir, me he declarado borracho en medio de una llamada. Te besé cuando tenía cuarenta de fiebre y le mentí a mi amigo que quería pasar tiempo con él solo para arruinarte una supuesta cita que tenías–habló negando la cabeza.– Dios, ¡Nos conocimos porque te equivocaste de número! ¿En serio piensas que esto es perder la cabeza? Porque no tengo problema en hacer otra locura contigo.

Había dicho su discurso tan rápido, que se quedó sin aire al final. Suspiró. Mooh seguía mirándolo, abrió la boca para hablar pero luego volvió a cerrarla cuando no supo que decir.

—Yo solo digo–siguió hablando– que deberíamos besarnos para romper la tensión.

Mooh río un poco, sabiendo que lo decía para terminar con el incómodo silencio que se había formado.

Mooh habló:

—Esta bien.

Él se quedó quieto, procesando las palabras de Mooh.

—¿Qué?

—Si tú dices que podría llegar a funcionar, te creo.

Julián levantó las cejas, totalmente impactado. Practicante, Mooh lo había tomado desprevenido.

—Dios, ahora no sé qué hacer. Nunca he llegado tan lejos–comentó y Mooh volvió a reír– lo digo en serio, ya estaba preparando otro discurso con lágrimas incluídas.

Llamada DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora