33.Patience

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Alec

"Quiero regalarle una flor al amor de mi herida"



Habían pasado tres días en los cuales Alec no había sabido nada de Magnus y por más que lo negará le afectaba el hecho de no representar nada para el ojiverde, porque si le importase lo suficiente al menos el moreno se tomaría la molestia de explicarle de mejor manera porque lo había dejado y le había dicho cosas tan hirientes.

Su vida siempre había transcurrido en la monotonía y Magnus cambio eso, se acostumbró demasiado a la espontaneidad del asiático que estar sólo de nuevo  lo instaba a querer buscarlo y de ser posible humillarse para que volviera con él, mas su sentido común y su integridad le dictaban lo contrario.

Se suponía que debía empezar a olvidarlo, se suponía que tenía que sacarlo de su cabeza pero lo mas importante se suponía que tenía que sacarlo de su corazón, se suponía pero pasaba todo lo contrario, a cada momento y en cada instante su recuerdo permanecía y por más que lo intentará no se lo podía sacar de la cabeza.

Por fortuna había recibido buenas noticias, Maryse y Robert regresarían de su viaje antes de lo previsto, al perecer ambos querían reparar todo el daño que les causaron a sus hijos, si bien su propósito era muy extraño el hecho de que lo intentaran era de por sí un gran avance.

No quería estar presente en ese sermón en el que de seguro su madre derramaría lágrimas de cocodrilo, por mucho tiempo en su niñez y adolescencia esperó que sus padres le preguntaran sobre su vida o sus intereses, contarles sus sueños y metas, pero eso no sucedió ya que durante todos esos años lo único que consiguió fue decepcionarlos y causarles problemas, veía muy poco probable la posibilidad de perdonarlos y aunque él se caracterizaba por ser optimista en tiempo difíciles en esa ocasión no lo pensaba así.

Sus días eran aburridos y lo único que lo relajaba era leer, se leyó todos sus libros que no era pocos en aproximadamente dos noches, la verdad extrañaba demasiado  a su Magnus, por donde quiera que lo viera, lo recordaba y dolía.

Al momento su teléfono sonó con el tono de llamada y deslizó su dedo para contestar.

*-Alec?- la voz de Maryse lo recibió del otro lado de la línea telefónica.

-Madre, porqué  me llamas?

-Quería decirte que tú padre y yo adelantamos el viaje, esta noche aterrizará   nuestro vuelo y queremos que tú  y tus hermanos estén en la casa porque queremos anunciarles algo que creo les será muy grato.

-Lo siento madre pero, hoy tengo turno en el trabajo y no creo poder ir- se excusó.

-No importa, pero de verdad quiero que vayas, aterrizaremos alrededor de las once de la noche, por favor hijo.......Alec ve y te aseguro que lo que les diremos te gustará- la voz de su mamá se escuchaba suplicante y no pudo seguir rehusándose.

-Está bien, iré.

-Gracias hijo, no sabes lo feliz que me haces, te quiero no lo olvides- colgó y Alec se quedó estupefacto intentando asimilar lo último que su madre le expresó, "te quiero", esas dos palabras causaron en él  emociones contenidas,  desde que tenía memoria nunca escuchó  a su madre decirle aquello, jamás se imaginó que ella al fin le diría algo así.

Salió de su aturdimiento y se obligó a no pensar en lo que acababa de escuchar y se dispuso a limpiar su departamento que de por sí estaba impecable, él sabía muy bien que desde pequeño desarrollo un trastorno compulsivo en relación al orden y la limpieza, cosa que con el tiempo se volvió un problema y más cuando lidiaba  con hermanos que no eran tan ordenados que digamos, por lo tanto ahora que vivía sólo era comprensible que todo estuviera perfectamente colocado.

EL SABOR DE TU CORAZÓN  (MALEC AU)  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora