Eidril

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NARRA APRIL.

-Llegaremos tarde, April-.

Dirijo la mirada a Logan, quien ya tiene su maleta preparada, aún que a decir verdad en su rostro no hay ni un ápice de ganas por agarrarla.

Un nostálgico recuerdo aparece en mi cabeza al escuchar las palabras de mi amigo, siempre ha sido tarea de Ashley recordarme lo tarde que llegamos a los sitios.

Sobre la rubia no han habido noticias desde la conversación que Logan mantuvo con ella por teléfono ayer en la mañana. No he querido hablarle por teléfono por qué sé que ella jamás nos dejaría sin noticias suyas por mucho tiempo, solamente necesita eso, espacio para poder reflexionar todo lo que la ha acontecido en este poco tiempo. Claro que podría ser yo la que pidiera ese tiempo también, pero las dos sabemos que somos tan distintas que una prefiere aclarar su mente y la otra estar más cerca del problema.

-Aún debo de recoger las últimas cosas que tengo en la taquilla-. Respondo con desgana.

El moreno arruga la frente.

-Si vamos a volver después de vacaciones-.

-Siempre pueden echarme por haberme besado con un profesor-. Me encojo de hombros y a él no le queda más remedio que asentir con la cabeza.

No he visto a Eidan desde la fiesta, no responde a mis mensajes y tampoco es que los lea, simplemente ha desaparecido.

-Vuelvo enseguida-. Le aviso saliendo por la puerta.

No me puedo creer que lo que me vaya a echar de esta universidad sea lo que ya había salido de mi vida, Adam.
Sobre este tampoco sé gran cosa, ignorando sus continuas llamadas como Eidan debe haber hecho conmigo, he podido comprobar que no se piensa rendir aún después de haberme jodido lo poco que quedaba de mi vida normal.

Es imposible no sentir melancolía al atravesar un pasillo que he recorrido con prisa por las continuas mañanas en las que he llegado tarde, los casilleros donde me he apoyado por qué ni yo misma era capaz de sostenerme, la cafetería que con tanta ansia he frecuentado por llevarme un trozo de comida que calmara mis problemas, o las clases que el primer día miraba con miedo por no saber qué encontraría detrás de ellas hasta que las he atravesado e irrumpido por decir lo que sentía.
Me asombra ver cómo ahora todo se simplifica a unas paredes frias, unos casilleros más que simplemente guardan libros, una cafetería que sigue oliendo a comida desde la entrada y unos salones que guardan clases ya olvidadas por los estudiantes que ahora ansían sus vacaciones.

No hay tiempo para arrepentimientos, esto es donde yo he llegado con mis actos sabiendo las consecuencias que conllevarían.

Suspiro profundamente y me acerco a mi casillero.

Lo abro mientras lo observo minuciosamente.

Seré idiota, es solo una taquilla.

Agarro todo lo que he guardado durante este primer curso y lo echo con desgana a la mochila, sin detenerme a ver las cosas que deberían ser tiradas a la basura.

La cierro produciendo un ruido desagradable para mis oídos, que resuena por todo el pasillo al estar tan desierto.

Y observando todo como lo hago, una pregunta me viene a la cabeza inevitablemente.

¿Volveré a estos pasillos el curso que viene?

Respiro hondo cuando los recuerdos intentan volver a alojarse en mi cabeza.

Camino con la mochila colgada en mi hombro derecho y comienzo a aumentar la velocidad de mis pasos si aún quiero alcanzar el vuelo.

Un acto reflejo lleva mi mirada al salón de baile, ese en el que me he dejado los miedos del pánico escénico y he querido demostrar que valgo para la carrera que he escogido y que ahora depende de un hilo.

Dos chicas, una ciudad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora