El gran cambio

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Perrie Edwards iba a llegar con su pequeña en veinte minutos o menos. Sólo hacía cuatro días que Jade Thirlwall conocía a esa mujer y, sin haberla visto en persona, intuía que iba a jugar un papel trascendental en su vida.

"Si Amelia no hubiera participado en ese certamen infantil de belleza puede que nunca hubiera llegado a saberlo...", se dijo Jade.

Parte de ella se arrepentía de haber llevado a su hija al concurso, a pesar de que había estado tremendamente orgullosa de que Jamie Amelia ganara y su fotografía saliera en la revista. «Con su orgullosa madre, Jade Amelia Thirlwall, de South Shields», rezaba el pie de foto.

Jade intentó distraerse con alguna otra cosa, cualquier cosa, pero no tuvo suerte. Tenía un dolor insistente y fastidioso en el estómago, donde se acumulaban sus nervios. Se dirigió de nuevo al cuarto de baño, el tercer viaje en pocos minutos, y se recompuso ante el espejo. Se quitó las horquillas del pelo. Se peinó, intentó varios estilos y se puso las horquillas otra vez.

«No, mejor lo dejo suelto», pensó. Y se quitó de nuevo las horquillas. Se cepilló el pelo para darle brillo. Estaba contenta con el resultado, su cara resultaba más dulce con el cabello enmarcando sus rasgos. La ayudaba a camuflar unas facciones que parecían más cansadas y estresadas que nunca. Si aplicó más pintalabios, esta vez en un tono más vivo, pero la preocupaba parecer así más blanca de lo que estaba. El estrés siempre hacía que palideciera. Desde el lunes anterior, el maquillaje le duraba poco en el rostro y apenas había dormido.

Oyó un ruido, escuchó para ver si se trataba de Amelia y, muy despacio, entró en el dormitorio de su hija, aún dormida. Su sedoso y oscuro pelo estaba algo húmedo encima de sus sienes, seguramente tuviera demasiado calor. Jade también sentía calor, serían los nervios.
Pasaban algunos minutos de las cuatro de la tarde del viernes. Perrie Edwards le había comentado que su vuelo llegaba a las tres menos cuarto. Tenía que alquilar un coche y dirigirse al hotel donde había reservado una habitación para ella y su hija. Era uno de los hoteles situados cerca del centro comercial Inglaterra, al lado de la autopista 494, muy cerca también del aeropuerto. Le comentó que se acercarían a su casa directamente desde el hotel. Jade calculó que el trayecto hasta Saint Paul no duraría más de quince minutos, algo más si había tráfico.

Y entonces llegaría, con una pequeña de nombre Alexa Louise.

Jade guardaba la esperanza de que sólo se tratase de un error. Su hija había ganado el concurso infantil, lo que hizo que Perrie viera su foto en la revista infantil que había patrocinado el evento. Le había dicho que la niña era idéntica a su propia hija.

Gemelas, como dos gotitas de agua.

Y como ambas habían adoptado a sus hijas en el mismo orfanato vietnamita, la idea no era tan descabellada como pudiera parecer. Pero una vez que se conocieran, verían que las niñas no se parecían en absoluto. Y ése sería el fin de una situación de lo más incómoda para todos. Al menos, eso era lo que Jade esperaba con todas sus fuerzas porque si no...

Estaba completamente aterrorizada con la situación. No sabía qué querría Perrie Edwards hacer ni qué tipo de mujer sería. Instintivamente, temía todas las complicaciones que podrían llegar y lo vulnerable que se podría llegar a sentir.

Días atrás, cuando ella la llamó sin venir a cuento, al principio no entendió de qué se trataba. Estuvo a punto de colgar, pensando que se trataba de una broma de mal gusto, o peor aún, temió que algún pervertido hubiera obtenido la suficiente información de la revista como para localizarlas en la guía telefónica de Saint Paul. Pero, de repente, aquella persona cambió radicalmente de táctica y su voz, al principio dura y cantarina, se suavizó.

"No tiene ni idea de lo que le estoy hablando, ¿verdad?" le dijo. "O quizá no me crea. Y lo entiendo. Pero es cierto, tiene que serlo." se oía muy segura.

"¿Qué cosa es cierta?" Jade tragaba con dificultad.

"¿Se acuerda del orfanato?"

"¿Cómo ha sabido que...?" comenzó ella antes de pararse para no dar más información a aquella chica.

Con el tiempo, había aprendido a ser reservada, siempre con cuidado de no revelar demasiados datos sobre su hija ni sobre dónde la había encontrado. A pesar de que había sido una adopción completamente legal. Pero había algo en la voz de Perrie Edwards que le hizo escucharla con atención mientras ella evocaba sus propios recuerdos sobre el orfanato y la cuidad de Vietnam donde se encontraba. Sus palabras salían con dificultad, mezcladas con fuertes emociones.

"Recuerdas los pañales blanco de algodón, ¿cómo los tendían sobre los arbustos para que se secaran?" le dijo. "¿Y se acuerda del calor? ¿Y la gente del lugar? Cuándo salió del orfanato con su hija en brazos, por las calles de Da Nang, ¿se agolpaban a su alrededor haciéndole preguntas?" la voz de aquella chica al otro lado de la línea sonaba ansiosa.

"Quiere decir que..." 

"¿Vio la playa de My Khe?" la interrumpió ella. "¿Recuerdas sus arenas blancas? ¿Probó el marisco? Era absolutamente delicioso. Allí es donde recogió a su hija, ¿verdad? Del orfanato a las afueras de Dan Nang."

"Sí, así es" contestó Jade temblorosa.

"Y allí es también donde encontré yo a mi hija."

"¡Dios mío! Pero ¡no es posible!"

"Tiene que serlo, señora Thirlwall. Tiene que serlo."

Hablaron sobre todo ello durante unos veinte minutos. Acordaron verse lo antes posible, tan pronto como Perrie pudiera dejar unos días su trabajo, ella había tenido más tiempo que ella para aceptar la situación y tenía algunas explicaciones de cómo habría pasado todo.

Jade se preguntaba cómo sería ella y qué querría hacer si era cierto que las niñas eran gemelas. 

Llevaba cuatro días y cuatro noches de insomnio dando vueltas en su cabeza a todas las posibilidades. No había muchas opciones, pero todas tenían consecuencias trascendentales.

Estaba muerta de miedo.

Amelia comenzó a llorar, lo que la devolvió a la realidad. Siempre se despertaba llorando de sus siestas. Cuando se dirigía a la habitación de su hija para tomarla en brazos, oyó el timbre de la puerta. Sería ella. Perrie Edwards, la propietaria de esa voz dura, cantarina y también emocional. La mujer que era la madre adoptiva de la que pudiera ser hermana gemela de su hija.

"¡Un momento!" gritó mientras corría a por su hija.

Amelia estaba de pie en la cuna con la cara arrugada, la boca abierta de par en par y lágrimas rodando por sus mejillas. Jade la tomó en brazos y comenzó a tranquilizarla mientras bajaba las escaleras. Amelia se tranquilizó rápidamente. Normalmente le costaba más. Jade se preguntó si el bebé habría intuido que algo importante estaba a punto de pasar. Respiró hondo y abrió la puerta, rezando de nuevo para que Perrie Edwards estuviera equivocada. Seguro que era todo un malentendido.

Pero no, Perrie Edwards estaba en lo cierto. Jade se dio cuenta tan pronto como vio a su hija, ¡su hija!, en brazos de una desconocida. Tras un primer instinto emocional, reaccionó viendo claramente lo que tenía ante sus ojos: era la hermana de Amelia, su hermana gemela.


***El libro en el que base esta historia se robó mi corazón, espero que mi historia se robe su corazón de igual manera.

Pasen por mis otras historias. Enjoy it! 



Our twins  || Jerrie  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora