Capítulo 2

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  El sol brillante e intenso le golpeó la vista una vez que la sombra del arbolado camino lo abandonó. Fue como si la realidad lo golpeara también.
Hyukjae había vuelto al 2015, donde tan sólo era un pintor deprimido y desempleado, donde el calor lo consumía en ese momento y donde Donghae no existía. Bueno, todo esto de una forma metafórica.

Al otro lado de la carretera esperaba Kyuhyun dentro de su auto, tenía la vista fija en un libro y no lo había notado aún. Hyukjae, entonces, se tomó un tiempo para analizar las cosas.
Bajó la mirada y observó sus zapatos opacos por el polvo del camino, pero no mirando realmente. Tenía la mente puesta en algo más. El trabajo estaba exageradamente bien pagado, tenía comodidades innecesarias, le pagarían por hacer lo que le gustaba y finalmente, pero no menos importante, allí estaba Donghae. Y no importaba si acabase de conocerlo, o si apenas había cruzado palabras con él; Hyukjae hubiese podido asegurar que estaba fascinado, obnubilado, "enamorado" si es que hubiese creído siquiera en aquella palabra. Pero el punto era que quería volver a verlo.

No se imaginaba teniendo una relación con él porque era básicamente imposible. Estadísticamente de entre diez hombres uno es homosexual, y de entre diez hombres homosexuales quizás, y solo quizás, uno se fijaría en él.
Hyukjae sonrió de costado dejando que la miseria lo abrazara. No era atractivo bajo ningún aspecto y en realidad nunca le había importado realmente hasta ese día, hasta ese momento en que deseó que su nariz no fuese tan grande, o sus labios tan carnosos, o sus ojos tan comunes, o que su piel no fuese tan pálida. Incluso deseó poder haber tenido una mejor vista y no necesitar de las gafas anchas que usaba a diario. Luego miró su cuerpo. Era exageradamente delgado a un punto que resultaba patético para él y para quien lo mirase; y muy a su pesar tenía una personalidad tan patética y frágil como su desgarbada delgadez.
Era extremadamente tímido, a veces tartamudeaba, no tenía sentido del humor y sabía tan poco del mundo como sabia de las mujeres. Pero realmente ésto nunca le había importado, porque nunca le había importado algo que fuese más allá del arte o de su madre. Donghae era de hecho la primera persona que le interesaba en sentidos más "humanos", "carnales" por así decirlo, y eso era aún más patético que todo el resto porque Donghae era imposible y ahora yendo más allá de las pocas agraciadas facciones de Hyukjae. Donghae vivía en un mundo de fantasía creado por su madre, e incluso si todo el universo se alineara para que Donghae (de algún forma) resultase homosexual y con tal mal gusto como para fijarse en él, aún quedaba el hecho de que al transcurrir un mes y terminada la pintura, ambos, no volverían a verse. Porque Donghae no salía de esa casa, porque Donghae vivía en quién sabe qué época y Hyukjae, muy a su pesar, vivía en un caótico 2015.

Suspiró y casi sin pensarlo volteó la cabeza hacia atrás perdiendo la mirada en el arbolado camino. Sintió el viento correr, fue una ventisca cálida y que solo se limitó a despeinarle el cabello y luego mover las hojas de las copas de los árboles en dirección a la profundidad del camino. Fue como si el viento quisiese arrastrarlo con él. Hyukjae sintió un escalofrío y termino volviendo la vista hacia Kyuhyun, y éste como si hubiese sentido el peso de su mirada lo miró también.

-¿Y cómo te ha ido?- Kyuhyun no tardó en preguntar mientras Hyukjae abría la puerta del auto y entraba. -¿Conseguiste el trabajo?

-Tengo una semana para pensarlo- se limitó a responder Hyukjae.

Kyuhyun, por su parte, guardó silencio un momento. Luego los ojos cafés de Hyukjae encontraron la mirada desconcertada de su amigo.

-¿Te han dicho que lo pienses? ¿Y no le has dicho que querías trabajar?

Hyukjae bajo la mirada un momento deseoso de poder contarle a Kyuhyun todos los detalles, incluso aquellos que hablaban de hermosos ojos color chocolate, cabello castaño y una piel tan perfecta como la porcelana misma. Pero no podía hacerlo, lo había prometido y, muy anticuadamente, era un hombre de palabra. Además debía guardar silencio, aquella era una de las tantas reglas de la casa que debía respetar si decidía finalmente aceptar el empleo.

Castaño de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora