Capítulo 3.

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—¡Mike, Dios mío!— Reprendió la mujer a su hijo.

—Ups.— Fue lo único que dijo el adolescente. Demasiado infantil ciertamente.

—No te preocupes, Nora. Lo entiendo, los adolescentes a veces pueden ser ofensivos.— Dijo mi madre tratando de restarle importancia al asunto. Lamentablemente, yo no lo soltaría tan fácilmente.

—Lamento contradecirte, querida madre, pero jamás en mis 17 años de existencia le dije zorra a alguien mayor y a su hija.— Le solté a mi madre con fingida elegancia.

Ella abrió los ojos hasta el tope, haciéndome saber que estaba cruzando una línea peligrosa. Punto para Robin.

—Bueno, olvídemos esto. ¿Pasan a la mesa?— Sugirió la pequeña rubia con vergüenza por el comportamiento de su hijo.

Ambas nos sentamos en silencio, mientras Nora traía la comida. Mientras servía, yo me quedaba perpleja viendo la masa viscosa que tenía ante los ojos. ¿Eso era comida, o alguien había vomitado sobre mi plato?

El señor Robinson hizo presencia en el comedor con una sonrisa deslumbrante. Luego de saludarnos, procedió a sentarse—. Debo decírte que Robin está hermosa, Abby.— Le soltó a mi madre con una risita de fondo.

—Bueno, depende de a quién se lo preguntes.— Dijo Mike mientras revolvía la masa viscosa de su plato.

—¡Mike!— Lo reprendió su madre nuevamente.

¿Quieres jugar, Mike? Vale, juguemos.

—Bueno, señor Robinson, yo opino que su hijo está demasiado lejos de ser un adonis, pero ya saben, no hay nada que hacer. Aunque, pensándolo bien, unos cuantos millones invertidos en cirugía plástica no harían la diferencia; ustedes me entienden, nada que el dinero no pueda arreglar.— Solté dándole un sorbo al vómito que tenía como cena.

Todos me miraron con sorpresa, mientras mi madre me molía el pie a pisones.

—Y dime, Abby, ¿crees qué sea muy tarde para matricular a Mike en la escuela dónde va Robin? Queremos algo cercano de casa, donde pueda hacer amigos y comportarse bien.— Dijo Nora, tratando de zanjar el tema reciente.

—Bueno, pues aún hay tiempo. Pueden matricularlo mañana mismo, no había problema.— Dijo mamá agitando su mano huesuda con desdén.

—¿Hay chicas lindas? No es por presumir, pero Mike es el pequeño Don Juan de nuestra familia.— Bromeó el señor Robinson.

—No creo que las haya. ¿Acaso no han visto a Robin?— Añadió Mike mientras me miraba socarronamente.

En aquel momento se me calentó el rostro y quisé meterme debajo de la mesa. ¿Qué clase de cena era esta? ¿Acaso el tema principal era yo? ¡Dejadme respirar, maldita sea!

Lo miré y sonreí, ganándome una mirada confunsa de su parte—. Pues tampoco hay chicos lindos, querido. Creo que ya intuyes el porqué irás a parar allá.

Mi madre junto a los padres de Mike rieron. ¿Acaso era divertido? ¡Me estaba atacando! Si nuestros amorosos padres no estuvieran en la sala, juro que me hubiese encantado clavarle un tenedor en el cuello.

—¿Acaso no son tiernos? Apenas se conocen y ya se juegan bromas. Algo me dice que ésto acabará muy bien, si pueden entenderme.— Bromeó ésta vez Nora mientras guiñaba un ojo. ¿Qué sugería? ¿Qué yo acabaría con su hijo? Si era así, esa mujer necesitaba un examen psicológico con urgencia.

Como si me leyera la mente, Mike puso una cara de disgusto parecida a la que yo estaba pensando.

Luego del vomitivo inicio y un plato más, estábamos disfrutando del postre en relativa paz. Mike no paraba de mirarme mientras nuestros padres hablaban, lo cual ya me estaba incomodando. Solo quería que mi madre acabara de embutirse aquel pedazo insípido de pastel para así salir volando por la puerta.

Fattie © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora