Una luz se coló por la ventana, dándome de lleno en la cara, lo cual me trajo de vuelta a la cruda realidad.
Abrí los ojos lentamente, mientras veía el amanecer nebuloso que había fuera. Los párpados me pesaban gracias a las insistentes lágrimas derramadas en la noche anterior, haciéndome sentir aún más nauseabunda que de costumbre.
Bostecé, a la vez que la alarma empezaba a sonar en el buro que tenía al lado. La apagué, pero claramente no fue suficiente.—¡Robin, es tarde! Levántate.— Gritó mi madre, a la vez que yo hundía mi cara en la tibia almohada, reclamando así más sueño. Aún tenía tiempo, pero la cuestión de 'tiempo de sobra' y mi madre no se conocen.
Sus pasos se oyeron por el pasillo. Al instante ya se encontraba invadiendo mi habitación—. ¿No me oíste? Llegarás tarde a clase.
—¿Quisieras dejarme morir en paz?— Pedí alzando mi cara de la almohada, para luego volverla a enterrar allí.
—Muy graciosa. Si no quieres que traiga un vaso de agua fría para derramarlo en tu cara será mejor que entres a la ducha ahora mismo.— Ordenó, a la vez que yo soltaba un bufido sonoro.
Cuando abandonó mi habitación, retiré el edredón de mi cuerpo, caminando así hasta el baño.
Al momento de retirar mi camisa por la cabeza, observé mi cuerpo en el espejo. Aquella grasa acumulada, aquellos brazos fofos y aquel cuerpo gigante no iban a desparecer, lo cual me hizo sentir relativamente mal.
Y lo peor fueron los recuerdos de la noche anterior, los cuales me golpearon momentáneamente. Haber hablado sobre mi estado emocional con Mike había sido un error, el cual sabía bien que me iba a costar. Por mucho se burlaría de mí, o le soltaría mis inseguridades a los demás, ganándome así matoneo por el resto de mi vida.
Aunque eso es mejor a recibir su lástima.Suspiré, desnudándome del todo e ingresando a la ducha. El agua tibia azotó cada parte de mi piel, haciendo que la tensión se fuera por un momento. Lo duro sería cuando saliera de ella, y tuviera que fingir que todo estaba de maravilla.
Negando con la cabeza cerré la ducha, negándome así a mi misma sentir compasión por la situación. A nadie le importaba lo que sintiera, estos dolores no valían la pena. Podía soportarlo, solo siento si le doy la importancia a mis emociones. Solo es cuestión de dejar de pensar, ¿verdad?
Al estar vestida y arreglada, tomé mis cosas, encaminándome fuera de la habitación. Cuando bajé las escaleras me encontré con mamá, la cual hablaba por teléfono y escribía cosas en sus papeles nerviosamente. Rodé los ojos, lamentándome por no tener una familia normal, con la cual podría compartir un desayuno al menos.
A pasos lentos me dirigí a la salida, sin importante la retahíla de que el desayuno era la comida más importante del día y que por lo mismo no debía saltarla.Por increíble que parezca, mi mamá si notó eso—. ¡Hey, Robin! Debes comer algo antes de irte, o podrías desmayarte en medio de una clase.— Argumentó tontamente, tapando con una mano la bocina del teléfono.
—Creo que tienes mejores cosas de que preocuparte— Le solté tomando mis llaves de una mesilla que permanecía allí—, no me esperes despierta.— Le solté para reñirla. De forma rápida abandoné la casa, encaminándome hacía la cárcel a la cual llamaban famosamente escuela.
La entrada estaba invadida por estudiantes roñosos, los cuales reían y bromeaban somnolientamente allí parados, recordándome a los zombies que solía ver en las películas. Pasé entre ellos y entré al plantel estudiantil, tratando de evitar cualquier encuentro repentino con Mike. Realmente nuestra conversación de anoche me había dejado pensativa durante la mañana, por lo cual prefería no toparme con él. Lo único que hice fue avergonzarme.
Avancé por los pasillos, encontrándome con Natalie enfrente de mi casillero con una sonrisa radiante en los labios—. Buenos días a la mejor amiga del mundo. Realmente te amo, lo de ayer fue increíble.— Celebró con voz chillona, a la vez que yo reía ya que estaba abrazándome con fuerza.
Al separarnos reí enternecida por ella—. Sigues debiéndome dinero, ni creas que lo he olvidado.
—Eso es muy bajo de tu parte, considerando que también la pasaste bien. ¿O quieres qué te recuerde qué bailaste sobre...?
—Oh, Dios, nisiquiera lo digas.— Le solté risueña, empezando a caminar con ella por los pasillos para llegar a nuestra primera clase.
—Quedará para la historia. Jamás olvidaré como bailaste perreo con Caramelo.
Empecé a reír descontroladamente, contagiando a mi amiga rápidamente—. ¡Eso jamás pasó!
Ella paró de reír, acelerando el paso—. Mejor apresúrate, no quiero que el profesor Quirk vuelva a golpear mi nariz con su puerta por llegar tarde.
Asentí, acelerando mi paso hasta el salón de química.
El señor Quirk era probablemente el número uno en la lista de los profesores más roñosos y aburridos del mundo. Su explicación sobre mezclas químicas estaba dándome sueño, considerando que no había descansado bien la noche anterior. Además su clase era tan estresante que estaba apunto de tirarme de una de las ventanas para dejar de oír el timbre de su ronca voz.
Natalie y yo nos encontrábamos en la parte trasera del salón, sentadas juntas en un pupitre compartido. Teníamos enfrente unos elementos para la clase, al igual que unos libros con la explicación, pero mi mente navegaba mucho más allá de las complejidades de la química. Moría de sueño, y por alguna razón, Mike no asistió a clase, lo cual era perfecto, porque no tenía ni la fuerza ni la valentía para mirarlo después de lo de anoche.
Con pesadumbre, apoyé mi cabeza en el pupitre, cerrando los ojos mecánicamente. Realmente quería dormir, y la enseñanza pesarosa de Quirk no estaba ayudando.
—Si Quirk te ve, nos dará a ambas clases de verano por el resto de la eternidad.— Se quejó mi amiga.
—Solo cinco minutos...— Pedí, a la vez que su voz se hacía eco en mi mente. Estaba dejándome caer en los brazos de Morfeo, lo cual era grandioso.
Una puerta rechinó al fondo, pero seguí apoyada en mi lugar.
Debo decir que mi intento por dormir se arruinó cuando una voz conocida pronunció mi nombre.
—Sí, ella debe ir conmigo a la oficina del director.— Explicó él, a lo que yo alcé la cabeza. Mike estaba frente al profesor Quirk, dándole un papel, a la vez que ambos me miraban.
—Oh, claro. Recoja sus cosas, señorita Smith, debe ir a la oficina del director ahora mismo.— Ordenó el profesor. Yo me quedé sin entender el porqué. ¿Estaba en problemas? ¿Llamarían a mi madre? ¿Qué había hecho? ¡Maldición!
Obedecí lentamente, agarrando mi bolso, yendo abrumadamente a la puerta del salón. Miré a Natalie una última vez y ella hizo una señal de que la llamara. Asentí, saliendo del salón junto a Mike.
Cuando la puerta se cerró frente a nosotros, hablé —. ¿Qué hice? ¿Por qué tengo que ver al director?
—Sigueme.— Pidió, agarrando mi mano y halándome.
—¡Espera, la oficina del director está para el otro lado!— Argumenté señalando con mi mano libre.
Él rodó los ojos, halándome aún más—. Era una nota falsa, no tienes que ver a nadie. Salgamos de aquí, deprisa.
—¿Adónde rayos se supone qué vamos?— Medio grité.
Él paró de forcejear, y puso una sonrisa. La más brillante y sobrecogedora de todas—. Aveces para darle color a tu vida, necesitas un pequeño empujón. Tú lo necesitas, y yo estoy dispuesto a dártelo.
Sus palabras me dejaron atónita—. ¿Enserio?
Él apretó mi mano y siguió sonriendo—. Tú solo sigueme.
Y entonces, contra toda lógica, lo seguí.
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Fattie ©
Teen Fiction❝Sentada al borde de mi propio abismo, me prometo no dejarme caer. ❞ Cuando Robin Smith decide dejar los estereotipos de lado y empezar a vivir su vida conforme con su físico, varias cosas pueden pasar. La vida mejorará, o empeorará. Una sola cosa e...